Es sencillo. Es rotundo. Es inapelable. Carmen Calvo, vicepresidenta y ministra de Igualdad, lo expresó con claridad: «Si una mujer no dice sí expresamente, todo lo demás es no y ahí es donde está preservada su autonomía, su libertad, el respeto a su persona y a su sexualidad». Es imprescindible el consentimiento expreso de la mujer, especialmente en un país con una violación cada ocho horas. Y no se trata de firmar un papel en pleno clímax, como las voces del machismo, siempre prestas a ridiculizar y minimizar los problemas de las mujeres, se lanzan a advertir. Es algo más terrible, la necesidad de que el testimonio de una mujer drogada o paralizada por el terror, como en el caso de La Manada, no sea puesto en duda por un juez ante la ausencia de negativa expresa. La realidad no admite frivolidades. Según los datos del Ministerio del Interior, las agresiones sexuales con penetración han aumentado un 28,4% en España los tres primeros meses del 2018. El portal geoviolenciasexual.com ha denunciado en lo que va de año (hasta el 9 de julio) 26 agresiones sexuales múltiples, 13 más que en todo el 2017. Los datos son relevantes, pero mucho más lo que se calla. La Fiscalía de la Violencia sobre la Mujer calcula que entre el 70% y el 80% de los casos no se denuncian. Si no es sí, solo puede ser no. Frente a la cultura de la violación, solo cabe la cultura del respeto.

* Escritora