Sexo, mentiras y prácticas de riesgo

Si buscas ligue en Grinder (la app de contactos gay más grande del mundo) te encuentras a menudo con las siglas BB. BareBack, sin protección. Antes de la llegada de la terapia antirretroviral de alta eficacia (Tarvae), en 1996, el término bareback era prácticamente desconocido. La disminución del riesgo de muerte a causa del sida hizo, sin embargo, que proliferara esa práctica. Se ha puesto de moda no usar condón porque muchos piensan «bah, existe una pastillita que me la tomo y ya está». Y sí, la pastillita existe. Pero, ¿quiere alguien depender de una pastilla para el resto de su vida? ¿Es en realidad la pastilla tan efectiva? Sí, cierto, la Tarvae va a impedir que fallezcas. Pero tu calidad de vida va a mermar. El hecho de que mucha gente tenga que vivir pendiente de la toma diaria de su medicación para el resto de su vida supone una fuente de ingresos estable y a largo plazo: para las farmacéuticas es un gran negocio. En este periódico se publicó mi artículo Gente que dice que se cuida pero se está destrozando la vida, donde contaba que hice una encuesta entre hombres y mujeres heteros que entraban en páginas de contactos y que en su anuncio de presentación decían que «se cuidaban». Casi el 90% de ellos habían tenido sexo sin protección con un desconocido en los seis meses anteriores. No se cuidaban tanto. En una relación sexual de riesgo impera una lógica de autoengaño compartido. Uno/a: «Si mi compañero/a no me pide que use condón es que debe de ser seropositivo como yo». Otro/a: «Si él acepta tener sexo sin condón es que debe de ser seronegativo como yo». El viejo juego de la ilusión de invulnerabilidad o a mí no me va a tocar. Mientras tanto, para quien no tiene acceso a la pastilla, contraer el sida sigue suponiendo una sentencia de muerte. Más del 95% de casos de muertes por sida y de infección por el VIH están localizados en los países del tercer mundo, principalmente en África.