Tenemos una inmensa deuda con ellas. Las asesinadas. Las víctimas de la violencia machista. No supimos protegerlas; no encontramos los medios o no fueron los suficientes. No logramos convencerlas, en algunos casos, de que denunciaran o no estuvimos a la altura como Estado cuando la denuncia no fue un escudo. No supimos, no pudimos... No están ya para gritarnos su dolor. No murieron. Parejas a las que casi siempre quisieron, pese a que las cosificaron como objetos en propiedad, les robaron la vida. Y lo hicieron sin pensar en nada más que ellos mismos y su grotesca forma de entender las relaciones con la que nunca consideraron una igual. Pues sepan, señorías, que nos importan. Actúen en consecuencia, ustedes que pueden, que llevan nuestra soberanía nacional repartida en sus bolsillos. Se lo advierte el último CIS: la preocupación por la violencia de género ha vuelto a alcanzar su máximo histórico.

La última vez que lo hizo fue en marzo pasado, coincidiendo con el 8-M. El asunto se sitúa ahora en el 11º lugar de las mayores preocupaciones de España, por delante de la educación, la crisis climática o la inseguridad ciudadana. En diciembre, periodo que se hizo este sondeo, ocurrieron dos fenómenos que, previsiblemente, influyeron en el pesar de los encuestados: se dio a conocer la sentencia a los jugadores del Arandina, por violación múltiple a una menor, y se hizo pública la desaparición de Marta Calvo, con la detención de un sospechoso y su posible relación con casos similares. Hay miedo y una deuda impagable, pero no estará de más retirar la hojarasca del griterío político, por un ratito al menos, para centrarse en ellas, en intentar que no haya más víctimas. Aquí lo urgente coincide con lo importante. Legislen, presupuesten, únanse, no ofendan. Entiendan que se trata de evitar el asesinato, señoras y señores de Vox, no simplemente de regodearse en la condena de quien cuando decide matar a quien cree suya bajo escritura no atiende a amenazas penales.

* Periodista