La señora, ya bien entrada la tarde, a primera noche, llevaba tiempo en la esquina, como esperando algo. No sé por qué nos paramos a su lado, delante de un bar de los de toda la vida, que ahora lo han renovado como burger de vacuno de pasto y bellota, crianza propia. No sabemos si venderán o no, comentamos, a lo que la señora, ya parte del grupo, añadió: «Con lo que era este bar y las tapas que tenía...». Hace más de treinta años, cuando Ciudad Jardín vivía la Transición después del intento de golpe de Estado de Tejero. Cuando las ciudades eran espacio exclusivo para los coches, dueños de un paisaje que empezaba a vivir con un sueldo decente, y a nadie se le ocurría lo de peatonalizar. Claro que ocurrió lo del intento de aparcamiento en Gran Capitán y fue Anguita quien al tapar los restos arqueológicos consiguió que la ciudad pensara en espacios sin coches, al menos desde Galerías Preciados hasta Las Tendillas, pasando por Gondomar. La señora, de 84 años, esperaba a una amiga con la que se iría a la iglesia de La Trinidad a la adoración nocturna. «¿Y dura toda la noche?». «No, ya las iglesias las cierran, no las dejan abiertas como antes». Como en el ambiente se respiraba religión, salió a colación mi suegra, de 91 años, que todos los días oye misa por un canal mejicano de televisión. La señora que iba para la adoración nocturna opinó: «Yo ya no puse Internet porque a mi edad ¿para qué?», al saber que era Procono quien facilitaba la religiosidad con brasero y mesa estufa. «Pero sí rezo el rosario por Radio María». Llegó su amiga y se fueron para La Trinidad, a la adoración nocturna. Otro día. Voy camino del Ateneo donde Miguel Santiago Losada va a hablar sobre si Córdoba tiene solución. Dos señoras se interrumpen una a otra en una conversación de frases cortas en la plaza de Costa Sol y pienso que ninguna de las dos se entera de lo que dice la otra. Solo están de acuerdo en que las televisiones «están ahora siempre con lo mismo, como si no hubiera otra cosa, es que llegan a hartarte». Evidentemente hablan de la información que se está dando en las distintas cadenas de la muerte del pequeño Gabriel (Grabiel en algunos wasap que piden la prisión permanente revisable). Es por la mañana en una frutería de Ciudad Jardín donde venden todo tipo de verduras. Está nublado y parece que va a romper a llover. Una señora: «Es que ya estoy hartita. Tanta agua... Es que no sé dónde poner la ropa para que se me seque». Otras dos mujeres que buscan lo que van a comprar entre naranjas, fresas, lechugas, rábanos, tomates o plátanos, le dicen que hacía falta que lloviera, al menos para las verduras. A esa misma hora, los concejales del Ayuntamiento de Córdoba estaban estudiando peatonalizar la calle Antonio Maura. En Ciudad Jardín.