Sabremos quizá escribirlas pero no todo el mundo puede hablar con el bello sonido de las palabras. Lo percibí el lunes en el convento del Corpus Christi cuando en el escenario del salón de actos hablaban, o mejor, jugaban con las palabras, los periodistas Jesús Vigorra y Jesús Quintero, el Loco de la Colina, recordando a Antonio Gala --ausente por propia voluntad-- en su Fundación en la semana dedicada a él y que la ciudad quiere convertir en una cita obligada del otoño cultural. Es difícil que dos periodistas mantengan el nivel de un acto cultural en la cumbre a no ser que el protagonista ausente sea Antonio Gala, un hombre de letras y palabras que ha cincelado su personalidad en la belleza y en construir la vida de otra manera, y que ellos caminen por sendas parecidas. «Lo que Antonio quiere se hace», decía un miembro de su Fundación el miércoles en el Auditorio del Museo de Madinat al-Zahra donde se proyectó el capítulo Azahara de la serie Paisaje con figuras, rodada en 1975. Me acordé en ese momento de aquella tarde-noche de otoño de 1997 en el Hotel Wellington de Madrid cuando la editorial Artec Impresiones, de Segovia, presentaba los primeros libros de las ciudades patrimonio de la humanidad de España (entonces Ávila, Cáceres, Cuenca, Salamanca, Santiago de Compostela, Segovia, Toledo y Córdoba) en el que las primeras plumas eran Concha García Campoy, Miguel Ángel Aguilar, Manuel Vicent, Amando de Miguel, Fernando Onega, Manuel Toharia, Gregorio Marañón y Antonio Gala, y las segundas, gentes como un servidor. “Lo que Antonio quiere se hace”, como consiguió abrir su Fundación, deseo que tantas veces nos refirió antes de hacerle una entrevista, y como logró que a él y a mí, que escribimos el libro dedicado a Córdoba, nos sirvieran güisqui en vez de cerveza en el Wellington de Madrid. Y es que Antonio Gala pertenece a ese tipo de personas que perciben en el teatro una salida creativa, “donde la vida se ve de otra manera, como puesta en limpio, de la que se han eliminado cosas que la confunden”, y en la historia, en la que puso a hablar en euskera al Ignacio de Loyola de su Paisaje con figuras, una intensa relación con el periodismo, como sus charlas con Troylo y sus troneras y aquellos periódicos que le hacían crítica a sus obras de teatro como Informaciones, Abc, La Gaceta del Norte, La Codorniz, Pueblo, Diario SP o Arriba. El miércoles por la tarde-noche, cuando los cielos jugaban con la historia cerca del monasterio de San Jerónimo, apareció Azahara, la amante de Abderramán III, a la que el califa le trajo la nieve a Córdoba en forma de almendros. Según cuenta Gala, un mago de la palabra.