Seis meses se cumplen de los atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils del pasado verano y pese a que la situación política en Cataluña parece que haya sacado de foco la tragedia la investigación va desvelando que la célula de Ripoll que cometió los atentados aún se quedó corta en sus intenciones. Los investigadores concluyen que la célula terrorista encabezada por el imán Abdelbaki Es Satty planeaba atentar de forma simultánea contra la Sagrada Família en Barcelona y la Torre Eiffel en París con furgonetas cargadas con explosivos. La intención de los terroristas no era suicidarse con las furgonetas, sino estallarlas a distancia y desencadenar una campaña de atentados durante varios días. Para ello contaban con los 250 kilos de explosivos que fabricaron en la casa de Alcanar. El accidente que sufrieron en esta localidad obligó a los terroristas a cambiar sus planes y el atropello masivo en la rambla y el posterior atentado en Cambrils fueron un funesto plan alternativo improvisado sobre la marcha. Siendo una gran tragedia la que desató la célula de Ripoll, sus planes eran mucho más mortíferos. Por este motivo es capital que los atentados del 17 de agosto no caigan en el olvido político y mediático. Su magnitud y el plan original hace imperativo que se investigue hasta aclarar todas las incógnitas. Quedan varios e importantes cabos sueltos: ¿Cuál era la relación del imán Abdelbaki Es Satty con los servicios de espionaje y antiterroristas españoles? ¿Recibió ayuda el conductor de la furgoneta de la Rambla en los cuatro días que estuvo a la fuga? ¿Qué hizo Es Satty durante su misteriosa estancia en Bélgica? ¿Actuó la célula de Ripoll por iniciativa propia o el plan fue urdido bajo la dirección o la colaboración del Estado Islámico? También hay que extraer las lecciones necesarias en términos de seguridad ciudadana, prevención y cooperación policial. La vorágine política desatada en Cataluña ha hecho que el 17-A parezca algo lejano. Conviene no caer en ese error.