La libertad es la esforzada transacción entre el inconformismo y la pujante arrogancia de la desmemoria histórica. Así, cualquier tiempo pasado no tiene por qué ser mejor, pero resulta excitante actualizarlo. Esta parece ser la idea fuerza de esta ola de populismo que cabalga por el mundo, cuyo último brote ha aflorado en Brasil. El gobierno de Bolsonaro ha delegado en el titular de Agricultura la competencia de las reservas amazónicas: una burda versión de la zorra en el gallinero, que puede acarrear nefastas consecuencias para el principal pulmón del planeta.

La melancolía del pasado no es necesariamente peyorativa. Ahí está la colosal explosión de Renacimiento gracias a la añoranza de Roma. Pero este movimiento retro es mucho más pernicioso, basado en la máxima de que cualquier pasado machote fue mejor. Hay en este neopopulismo una ideología nefandamente desideologizada, trazando bipolaridades amparadas en el género. La insurrección está en la simplicidad, en la ignorancia, en la rudeza noble del vaquero que anunciaba cigarrillos Marlboro y campa su honestidad y su justicia en pocas reglas básicas. Una supuesta sencillez antípoda a la sutileza del conocimiento, amparada por Minerva, una deidad femenina.

Para esta nueva legión de gobernantes simples, el enemigo es el amaneramiento, la democracia fláccida, porque la complejidad es una memez a la que hay que combatir, como en su día se hizo con la masonería. Dualidades básicas y sencillas, a las que sobra la violencia de género. Y ese el tablero que se trata de recuperar: mandar a hacer puñetas la riqueza cromática y vindicar el manierismo del conmigo o contra mí. Y en ese juego, el reparto estaba claro: la izquierda siempre le había hecho manitú a la exhibición de símbolos nacionales, mientras que la derecha recalcitrante nada quería saber de feminismos transgresores, esos que comienzan con el me too y terminan montando una batucada.

Vox ha puesto groseramente las cartas sobre el tablero, minimizando este execrable feminicidio como un apéndice trágico del histerismo. Ante este ful de testosterona, ni un paso atrás del resto del espectro político, por mucho que tintineen las estrategias partidistas. Supuestamente, esta apuesta del blanco, macho y par potencialmente solo alcanzaría a la mitad de la población. Pero con gran pasmo contemplamos que, si algo se ha vivificado de aquellas añoranzas unas, grandes y libres, ha sido la sorprendente recuperación de la Sección Femenina. Cosas veredes, amigo Sancho.

* Abogado