De los políticos con carisma e ideología se espera que al ejercer su liderazgo generen cierta corriente ideológica que aporte y matice la ya existente en su partido. De ahí vienen aquellos términos que se han venido acuñando en el acervo político y popular y que le han otorgado peculiaridad y carácter a la forma y manera de hacer política a ciertos personajes políticos. De ahí el aznarismo; el felipismo; el guerrismo... Ruego que no incluya el zapaterismo, que queda lejos de una tendencia ideológica y sí que se aproxima a un accidente: el zapatazo. Lo de Sánchez, Pedro, es lo mismo en el clasificado general de peripecias políticas, pero con su propio personalismo. Sánchez no ha logrado generar una corriente ideológica en su partido, es más, se la ha cargado, como se ha cargado a la vieja guardia que tantos echamos de menos y que hicieron del PSOE un partido de Estado. De sanchismo, nada de nada. La idea de Estado y de España no es que le quede lejos a Sánchez es que simplemente su ego es más grande que estos, y pasa como a los roedores: que como no les dejan de crecer los dientes no pueden dejar de roer. Sánchez no roe, pero en cuanto puede aparece en la palestra con esa mirada nerviosa, ese gesto desencajado, ese semblante insomne y hace lo que a el mejor se le viene dando desde que lo conocemos en el teatro político: dar un sanchazo. La moción de censura que ha presentado contra Rajoy no es ni más ni menos que otro golpe tosco y grotesco de su ego. Aunque lo peor es que el golpe lo volvemos a recibir los españoles, tanto lo que lo votan a él como los que no. La economía española y el entuerto catalanista comenzaban a desembrollarse con el 155 y el acuerdo de los constitucionalistas. Pero Sánchez no ha pensado en España y sí en esos pescadores que van a intentar pescar en río revuelto: los enemigos de España. El sanchazismo se consolida como una glosa de ocurrencias anti ideológicas y egocentristas. De política e ideología, nasti de plasti.

* Mediador y coach