La cumbre de Malta que comienza hoy viene marcada por el preámbulo hace unos días de la carta que el presidente del Consejo Europeo remitió a sus colegas de los 27 estados de la Unión Europea. Tres grandes amenazas señala Donald Tusk se ciernen sobre Europa: la geopolítica externa, en un nuevo escenario multipolar ante la agresividad de Rusia, el expansionismo de China, la inestabilidad de Oriente, la miseria crónica de Africa y el virage de la política exterior USA que ve con buenos ojos la desaparición de todo el andamiaje europeo; la amenaza interna de los populismos y el sentimiento antieuropeo; y el estado de ánimo de las élites europeas en su falta de apuesta por el proyecto común.

Tiene razón el exprimer ministro polaco en señalar tanto que si no estamos unidos en el futuro los países europeos seremos irrelevantes en el contexto internacional, como en que juntos hemos conseguido las mejores cotas de bienestar y desarrollo para nuestra población nunca antes conocidas. Pero le falta autocrítica al europresidente para oponernos a la retórica de los demagogos, como sugiere. Europa no tiene más relevancia internacional y su proyecto presenta hoy gran incertidumbre porque hemos cambiado la Europa de la ilustración, de los derechos humanos, por la Europa de los mercaderes, porque hemos sucumbido al mercadocentrismo y hemos sacrificado nuestros ideales y principios por la cuenta de resultados en un capitalismo feroz. Es difícil ahora recuperar el protagonismo y la credibilidad, cuando no hemos sido capaces de mantener un discurso coherente y cohesionado, cuando nos hemos puesto de perfil durante décadas en los grandes conflictos del mundo, cuando hemos practicado el seguidismo y hemos sido gregarios del imperialismo norteamericano en Oriente, cuando hemos guardado los principios y abandonamos nuestros tratados para vender a Turquía la contención de los demandantes de refugio y asilo, cuando hemos consolidado el Mediterráneo como un foso de la muerte, cuando hemos sacrificado a la población europea con recortes sociales mientras rescatábamos a la banca para que financiara la deuda pública de los Estados, cuando hemos construido una Europa asimétrica de tres velocidades. Fuera del tablero del monopoli que ocupaba el tiempo de tecnócratas y hombres de negro, existía un mundo real al que durante décadas Europa ha sido invisible o demasiado condescendiente.

Ahora, que Reino Unido se marcha y la nueva administración USA critica la OTAN y mantiene que la Unión Europea no le importa nada, ambos acontecimientos, fruto y no causa de esa política errática, nos vemos huérfanos y nos sentimos amenazados. Y lo estamos, pero fundamentalmente por nosotros mismos, por nuestra tibieza, por nuestros miedos, por nuestra falta de coraje, de coherencia, de principios, de visión y objetivos comunes. Entre todos la matamos y Europa sola se murió. Es la hora del europeísmo militante, de sentirse orgullosos pese a nuestros errores. Esperemos que no sea demasiado tarde y tomemos conciencia de que nos necesitamos mutuamente, no solo para influir en un mundo más justo, sino para salvar nuestros valores y creencias y que sobreviva nuestro sistema de bienestar.

* Abogado