Suena el despertador. Son las seis de la mañana. Somos animales de costumbres, aunque muchos lo llamen «rutinas». Nadie salta hoy en día de la cama, ni tiene en cuenta si se levanta con el pie izquierdo o el derecho. Quizá porque nos han acostumbrado a la pesadumbre de los telediarios y la desconfianza en el prójimo. Soy un niño criado en barrio de los de puertas abiertas y bombonas encargadas a la vecina (Carmeluchi, esa mujer que se empeña en ser familia).

Una ducha rápida, lavarse los dientes y a esa jungla que es Córdoba. Mismo camino y mismas personas... Vicente, el indigente que ronca en un portal de la calle San Pablo. Ese desconocido que me saluda cada mañana con las manos en las bolsillos; o la señora que espera el autobús abrigada hasta los ojos. Llego a la plaza y, antes de abrir el kiosco, hago ese reparto que sí es una «rutina». En este tiempo que llevo sin escribir artículos me he dado cuenta de la cantidad de personas que los leían y me siento agradecido. Pero también me he dado cuenta de que los verdaderos protagonistas son todos aquellos que rodean mi día a día. Será que me conformo con poco, pero la energía no me la da el primer café de la mañana, sino ver a esas personas que se han ganado tu confianza.

Hoy, sirva esto de homenaje a esa gente que sigue con la sonrisa a pesar de las circunstancias; a las bromas tendenciosas y a los buenos deseos. A los conserjes del Círculo que siempre tienen un cordial saludo y un agradecimiento; a ese cliente -y buen amigo- al que llamo el marqués de las Tendillas (él sabe quién es) o a los camareros de Fénix que cada mañana me traen el desayuno... Eso es la vida de esta ciudad. Y lo siento mucho por los que se empeñan en desmontar realidades. ¿No estáis hartos de esta continua confrontación en la que nos hemos instalado? ¿No os cansa vivir en una continua trinchera escuchando silbar las balas sobre vuestras cabezas? La felicidad es la mejor medicina contra las infecciones del alma. Hay un dicho que dice: «No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita». Se acercan esas fechas donde hay que regalar abrazos, sonrisas y felicitaciones. Dejad las crispaciones porque, aunque tengo buenos amigos en ese ámbito, los políticos pasan. Las amistades permanecen. Yo os espero en este rinconcito junto a mi amigo: el jinete del caballo de las Tendillas.

* Escritor