El Estatuto de RTVE fue consensuado, en 1980, por el PSOE y la UCD de Adolfo Suarez, exdirector general de la RTVE Estatal de Franco. Se ignoró el modelo alemán -Radiotelevisión Pública de la sociedad- que sustituyó al de la Radiodifusión Estatal de Hitler. Luis Solana se refirió años después al concepto de «televisión del Estado»: quien debía nombrar al director general era el ganador de las elecciones. En 2004 el presidente Zapatero nombró como directora general a Carmen Caffarel que dijo lo ya sabido: «En el medio de titularidad pública, la influencia política sí que existe; está, en última instancia, legitimada por las urnas». En junio de 2006 se cambió el nombre de Ente por el de Corporación y el de director general por el de presidente que ya no se nombraría en Consejo de Ministros, sino por 2/3 de los diputados del Parlamento. ¿Esa modalidad significaba que, por fin, se acabaría con el uso partidista de RTVE? No fue de esta optimista opinión Paolo Vasile, de la Cinco: «Ya sabemos el tipo de alianzas torticeras que se pueden hacer entre grupos parlamentarios para que todo siga igual». Ahora están centrados todos los grupos políticos en el nombramiento de presidente de RTVE. Si alguien sensato no lo remedia será elegido por concurso público. El periodista, Luis Martínez, en un artículo titulado Usted for president, ha opinado con ironía sobre esta novedad: «Cualquiera, incluido Nadal, se puede presentar. Da lo mismo que jamás vea la tele». Sin la reforma del Estatuto las teles serán «propiedad» de los gobiernos de turno, autonomías incluidas, y no del público.

* Periodista