Hoy, la Real Hermandad de la Purísima Concepción de Linares Coronada vive con ilusión y encanto la romería a su santuario, enclavado en un paraje de salvaje y extraordinaria belleza, sobre una pequeña colina, rodeando a una antigua atalaya musulmana, donde mandó colocar el Rey Fernando III la imagen de la Virgen, la devoción mariana más antigua de Córdoba. Como telón de fondo, los ya altos cerros de las primeras estribaciones de Sierra Morena, y rodeándole, otros cerros más bajos, de los que destaca el llamado Cerro de San Fernando o de Jesús, sobre el que la tradición cuenta que en su cúspide ordenó poner su bandera el Santo Rey, en febrero de 1236, y en el que, cada año, con motivo de las fiestas de la romería, se continúa colocando la enseña nacional. La Hermandad y el hermano mayor, Rafael Reyes Requena, con su junta directiva, preparan la romería de hoy con un solemne triduo a Nuestra Señora de Linares, precedido del pregón de la romería, este año pronunciado por Ana María Ruf Criado, que pidió en sus palabras «mantener esta tradición intacta, sabiendo transmitirla a las nuevas generaciones, porque la Virgen de Linares ha sido y así deberá ser siempre, pilar de Córdoba, y su historia, pilar de devoción cordobesa». La romería lleva en sus entrañas un himno de alabanza, de amor y de gratitud a María, Reina y Madre, ensalzándola como Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Madre de todos nosotros. La romería se convierte así en una caravana multicolor de alegría, de júbilo y de esperanza. La alegría de una fiesta mariana, el júbilo de abrazar a nuestra Madre del cielo, la esperanza de recorrer su mismo camino: abrir de par en par las puertas del alma para que entre radiante la luz divina, la Palabra de Dios, los valores del reino de los cielos: verdad, amor, justicia y libertad. La romería consiste en recorrer un camino; en salir a un encuentro; en alcanzar una meta: la llegada a un santuario dedicado a la Santísima Virgen, en una advocación unida entrañablemente a Córdoba y a los cordobeses, Nuestra Señora de Linares. «No hay caminos maravillosos, nos decía el poeta, sino caminantes maravillados». Somos nosotros los que hemos de caminar con pasos firmes, los que soñamos con una Madre, que nos ofrece su regazo para acogernos como hijos muy queridos, y presentarnos a su Hijo Jesús, Salvador del mundo, Maestro y Amigo. Somos nosotros los que queremos alcanzar una meta: nuestra felicidad y nuestra plenitud, que solo reside en el santuario, en el lugar santo, donde ofrecemos nuestras plegarias a la Virgen de Linares. La romería deja la estela de los mejores valores humanos y virtudes cristianas: la fe, la esperanza, el amor a todos los que cruzan a nuestro lado o llaman a la puerta de nuestro corazón, el sentido fraternal de la historia, una mirada que traspasa las estrellas para adentrarse en un «cielo nuevo y en una tierra nueva», el sentimiento y la acogida a los más débiles y desfavorecidos, la ayuda a los más pobres, la necesidad de «recibir y practicar la misericordia». La romería es caravana multicolor, encuentro gozoso, canción abierta a todos los corazones, invitación a la alegría y a la esperanza. La llegada al santuario es abrazo celeste a una Madre que nos muestra a su Hijo, en el esplendor de la resurrección.

* Sacerdote y periodista