¿Quién se acuerda de que Filipinas se llama así por Felipe II? Pues su presidente, que suma frivolidad a sus violentas decisiones políticas y sopesa cambiar el nombre a su país para borrar su pasado colonial. El empeño en borrar la historia y despertar el odio con retraso de siglos no cesa. En este caso, es parte de su campaña anticristiana.