Donde estoy ahora mismo sentado tomando una cerveza artesanal que se llama Bendito Momento había hasta hace poco un solar semiabandonado que terminó siendo aparcamiento. A estas horas, las diez de la noche, por aquí antes todo era soledad, coches y humos, que los alrededores de la Mezquita, en aquellos tiempos en que la droga hacía estragos, no eran para pasear. Ahora, donde antes los coches paraban un momento o se quedaban aparcados, el Centro de Recepción de Visitantes (que ha cumplido cinco años) ha abierto un bar donde se come en otros idiomas. Enfrente, la Puerta del Puente, más allá, el Puente Romano ya peatonal, con la Calahorra al fondo y las luces del hotel Hesperia. Y a la derecha, el Triunfo de San Rafael y el Seminario, que en el tercer piso tenía los dormitorios y en el segundo, el estudio. De día, desde el último piso, veíamos las primeras rodillas de turistas montadas en coches de caballos, y de noche, la mirada era el río, que en los inviernos solía ir crecido. Fueron nueve años, casi una educación completa, despertándote cada día con los toques de las campanas de la catedral y la contemplación del arte por antonomasia de la mezquita, al que añadíamos, por edad y placer, el de las rodillas de aquellas turistas que contribuyeron a hacer de esta zona un patrimonio de la humanidad. Ahora, la calle Torrijos, donde antes lucía la bella dueña del Mesón del Conde, es un camino de turistas guiados con el día programado, y Velázquez Bosco, aquella calle donde en el día del Corpus los turistas nos hacían fotos en sotana, una vía de tabernas y restaurantes donde comen y beben de manera continua viajeros, curiosos o turistas. Córdoba, hasta hace poco una ciudad provinciana en cuya ribera aparcaban los camiones para convocar al placer, ahora es un itinerario de sensaciones importadas que van desde las despedidas de solteros hasta los turistas de apartamento. Córdoba, que ha adquirido en breve tiempo una fisonomía desconocida, hace pensar en su futuro, una ciudad que entra en el patrimonio de la humanidad y que lucha por no parecerse a Venecia, que es algo así como un parque temático sin habitantes de toda la vida. En este contexto, la Real Academia ha organizado un ciclo de conferencias todos los martes a las 20 horas, de octubre a diciembre, en el antiguo Rectorado de la Universidad, en las que se hablará del Patrimonio de la Humanidad de Córdoba: la Mezquita, el centro histórico, la fiesta de los patios y Medina Azahara. La docta institución ha visto que esta es otra Córdoba, que a sus conventos suma hoteles, y ha decidido estudiar su futuro, que nació para el turismo en aquellos tiempos en que mirábamos desde los dormitorios del Seminario las rodillas de aquellas extranjeras en coche de caballos.