Los niños de hoy piden otras cosas pero ya en mi primera niñez yo les escribía una carta y siempre les pedía a los Reyes de Oriente un cuento. Un día de aquellos años de la inocencia encontré mi carta escondida en el cajón de un aparador. Creía que estaba en Oriente. No dije nada para así seguir viviendo de aquella ilusión. A mis hijos pequeñitos les inculqué que en sus cartas siempre pidiesen un libro. Ellos, ya con hijos, mantuvieron la costumbre; y yo como un abuelo mago, pero nunca como ese señor gordinflón vestido de rojo, siempre les puse libros en los zapatos. Hoy son unos lectores habituales y se les nota. Como ha dicho Javier Sánchez Menéndez en Cuadernos del Sur, «leer y pensar siempre han estado unidos (...) en la lucha contra la ignorancia». Ahora que ya son adultos adolescentes tienen la capacidad de reflexionar ante tanta intoxicación mediática que convierte a los ciudadanos en gente inane.

La carta que siempre escribo en mi mente a los Reyes Magos es que me echen un libro. El de este año es de Gregorio Marañón: ‘Memorias de luz y niebla’. Le entrevisté en el periódico Pueblo para una sección universitaria hace años. Estudiaba Derecho y ya entonces se le notaba que era nieto de don Gregorio Marañón. Ahora que tanto se regalan artilugios tecnológicos de toda clase, hay que recordar lo que decía Umberto Eco: «Ninguna tecnología logrará suprimir la necesidad de lectura tradicional». La idea que más les llama la atención a los niños del siglo XXI, es la de la cabalgata de los Reyes Magos ambientada en un mundo de Disneylandia, naturalmente sin libros.

*Periodista