La prudencia de Felipe VI ha sido bien reconocida y expresada, pues contrario a lo que algunos pudieran pensar la prudencia no es estar callado, silente o taciturno, sino expresar de alguna manera entendible aquello que nos pueda situar entre lo que está bien y está mal. Y la verdad que en la política española hay demasiadas cosas que están mal. La principal, por ser la más trascendente en cuanto a la buena gobernabilidad del país es que los políticos, a estas alturas, y habiéndose ido de vacaciones ,no se hayan puesto de acuerdo para formar un gobierno de coalición o de apoyos necesarios que tenga como objetivo principal los intereses de estabilidad económica y política del reino de España. Pero precisamente por eso, por ser un reino, tiene un rey cuyo papel, además de otros constitucionalmente reconocidos es árbitro y moderador del normal funcionamiento de las instituciones. Y la verdad es que las instituciones podrían, como hemos visto, funcionar mejor. Y es por esto por lo que el Rey ha hablado ante los medios, que es lo mismo que decir antes los españoles de a pie, ante los que ya sentimos el hastío de la transformación del partidismo a secas al partidismo ultraortodoxo. Por supuesto, el Rey ya habrá expresado esa prudencia que decíamos sobre todo a los partidos constitucionalistas ante la falta de acuerdo político, pero es necesario que el sentimiento de medio orfandad política que últimamente campea por tierras españolas sea sofocado en la medida de lo posible por quién tiene las funciones constitucionales de Jefe del Estado. Y es la prudencia la que hila las declaraciones del Rey cuando expresa el deseo, no solo suyo sino de la mayoría de los españoles, de que ojalá haya margen para que los partidos que tienen la confianza de los ciudadanos después de las últimas elecciones puedan encontrar una solución. El Rey ha hablado entre otras cosas con y de prudencia. La misma que sentimos la mayoría de los españoles.

* Mediador y coach