Edurne caminaba arrastrando los pies. Llevaba ya un par de kilómetros en las suelas de sus pequeñas botas. Iba agarrada a su madre y sonreía entre la multitud que la rodeaba a pesar del cansancio. Unos metros más allá la pequeña Lola entrelazaba sus dedos con los de su madre que también la animaba a continuar hasta el final del recorrido. Y ella a su vez tiraba de su amigo del cole, el precioso rubio Ari, para que llegaran juntos al final.

Al girar la calle nos esperaba todavía una imagen más para el recuerdo. Una pareja se protegía de la lluvia que comenzaba a aparecer en el cielo de la calle Gran Via de Madrid. Ella llevaba un cartel en el que se podía leer: «Mi primer Día de la Mujer». Y él llevaba en una pequeña mochila en el pecho a la protagonista del cartel: una bebé recién nacida que parecía mirar muy atenta la marea de gente que subía entre cánticos la calle.

El rostro de felicidad de esa pareja es uno de los símbolos de lo que vivimos el jueves por la noche en muchas ciudades de nuestro país. Unos pasos más allá dos mujeres jubiladas coreaban lemas contra la violencia de género: «No estamos todas, nos faltan las muertas». Su voz se confundía de manera natural y maravillosa con la de un grupo de estudiantes que saltaba y aplaudía con las manos al aire.

Seguimos el recorrido hacia plaza de España con la vista puesta en una pareja de unos cincuenta y tantos años. Iban recordando cómo en las manifestaciones feministas de hace no tanto tiempo acudían pocas personas. Pero de un tiempo a esta parte la afluencia ha ido creciendo. Ahora ya hasta se están abandonando algunos de los complejos respecto al término feminista. Como recordaba una de las organizadoras de la marcha del 8 de marzo, Justa Montero, todo esto no es casualidad. Fueron las mujeres las que presionaron y provocaron la dimisión del único ministro que se ha marchado del Gobierno de Mariano Rajoy: Alberto Ruiz-Gallardón.

Fueron las mujeres las que estuvieron saliendo mes a mes cada vez que había un asesinato de una mujer a manos de las parejas o exparejas de la víctima. Y fueron las mujeres quienes se movilizaron contra La Manada cuando durante el juicio que se sigue por la violación de una chica en Pamplona se cuestionó a la víctima.

Queda mucho por hacer. Quedan muchos pasos para que Edurne, Lola o Ari no tengan que seguir batallando y solo tengan que recordar dentro de unos años que formaron parte de una jornada histórica en la que se gestó una revolución imparable. Que nuestros hijos e hijas puedan recordar que nuestro país se convirtió en una referencia y que no fue únicamente por ese día sino por todo lo que ocurrió después.

* Periodista