El sistema que hemos montado para alimentar el mundo no tiene sentido: el 75% de los problemas de salud tienen que ver con lo que comemos. Al mismo tiempo, el 75% de los problemas de la Tierra ocurren por la manera de generar los alimentos. El error está en una agricultura intensiva, ligada al desgaste feroz del suelo, exprimiendo también los derechos de quienes lo trabajan. Para que todo lo producido sea vendible y homogéneo, rociamos con pesticidas y alteramos genéticamente las semillas (‘biopiratería’, le llaman).

Seguro os sonará Monsanto. Nos deberíamos plantear qué ponemos en el cesto. Porque para que esa fruta brillante y de tamaño perfecto nos llegue a un precio asequible, se han activado unos engranajes que van desde poner la semilla en el suelo hasta el sueldo de la persona de la caja, pasando por el queroseno necesario para desplazar las frutas a las antípodas y cruzando temporadas. Visto así, sentido común poco.

Estas son las conclusiones y la lucha de Vandana Shiva. En sus libros hilvana con tremenda habilidad las repercusiones del capitalismo extractivo para la salud y el planeta. Su punto de partida es señalar paradojas: ¿por qué hablamos de cambio climático como si solo se tratara del aumento de la temperatura? Es verdad que asociamos cambio climático a calentamiento global, pero nos olvidamos que hemos forzado tanto los sistemas propios de regulación de la Tierra, que no tiene capacidad de regenerarse al ritmo que la vamos saqueando. En realidad, afirma ella, le hemos provocado problemas de metabolismo a la Tierra.

Me fascina su ecofeminismo, que reivindica sin citar a las mujeres en cada frase. Su mirada se basa en construir desde una visión profundamente femenina, equilibrada y de simbiosis con el mundo. Porque conecta las acciones del día con algo más trascendente, lejos del cortoplacismo y de los supermercados a bajo precio y gran oferta como ideal para abastecer todos los estómagos. Propone una lucha firme, una oposición desde el corazón, apelando a una agricultura basada en el respeto a los ecosistemas y al futuro de nuestros hijos.

Al final de su charla en Barcelona, alguien le preguntó qué podíamos hacer los que estamos metidos en el sistema para cambiarlo. Se rió, y respondió que nadie de la sala estaba dentro, porque el sistema es ese 1% que se apropia de la mayor parte de la riqueza (según Oxfam, las 62 personas más ricas poseen lo mismo que la mitad de la población). Así que con toda probabilidad estábamos ahí los del 99%. Pero sobre todo, insistió, la revolución está en la comida. Porque nutrirse es llevar al cuerpo lo que necesita, pero alimentarse es algo más amplio, más colectivo.

Acabó advirtiendo que no es fácil, pero que valdrá la pena. La sala convencida aplaudió. Aplaudíamos fuerte por esa mirada sensata, razonable, humana. Salí pensando en qué me haría de cenar y se me ocurrieron un par de sitios donde comprar. Cargué poco, porque quedaba lejos de casa y fuera de presupuesto. Pero por algún lado hay que empezar..

* Doctora en Sociología, especializada en

transformación digital e innovación social. ESADE