En España, sobre todo en la Transición, ha sido necesario el revisionismo histórico. Aquello de que la historia la cuentan los vencedores es un hecho constatado, pero no tiene un sesgo científico o académico. Dicho de otra forma. La historia de ha de escribir, se ha de contar lo más fidedigna a la realidad histórica, no solo para el conocimiento de la verdad, sino para su análisis y posterior pedagogía que es lo que realmente interesa, pues si no ya se sabe: quien no conoce la historia está condenado a repetirla. El trabajo que desde la ciencia y el mundo académico se ha hecho en España para revisar esa historia reciente que nos habían contado durante la Dictadura, ha sido brillante. Trabajos como por ejemplo Expedientes secretos de la Guerra Civil de José María Zavala; o El mito de la cruzada de Franco de Herbert R. Southworth, por citar algunos, han demostrado que cuando el compromiso con la verdad es el núcleo central del revisionismo, se cumple aquello de que cuando la verdad se digna venir, su hermana libertad no estará lejos. Pues de la libertad se trata. Pero a algunos, demasiados cuando es en democracia, no les interesa la verdad y es entonces cuando aparece el revisionismo peyorativo o pseudocientífico. Aquí en Córdoba ya lo hemos sufrido quitando por ejemplo a Cruz Conde de una de las calles más emblemáticas de la ciudad. Aunque no somos los únicos los cordobeses, pues este fenómeno involucionista se da por casi todo el callejero patrio, pero ahora es noticia la última de Ada Colau cargándose el Almirante Cervera, héroe de la guerra de Cuba, del callejero de la Barceloneta. Uno puede aceptar en este mundo cruel que la historia la escriban los vencedores, pero que la escriba la incultura personificada es otra cosa. Y menos en un Estado de Derecho, donde la identidad de un pueblo se ha de interpretar de la manera más fiel a la realidad o la verdad, pues como decimos la verdad es lo que nos hace libres. Y la mentira en democracia, esclavos de la estupidez.

* Mediador y coach