El Parlament de Cataluña no ha aprobado en este 2018 ninguna ley nueva. Solo se han modificado tres que ya existían. Cuando he leído este dato, no daba crédito. Es verdaderamente vergonzoso. El Gobierno que preside Quim Torra solo ha impulsado y aprobado un proyecto: el que tenía que permitir la investidura de Carles Puigdemont, que fue suspendido por el Tribunal Constitucional. Es la nada más absoluta. Es el mayor ejercicio de irresponsabilidad y dejación de funciones que alcanzo a recordar. Torra no ha hecho nada en el Parlament y tampoco podemos decir que haya logrado ninguno de sus fines fuera de él. Los prófugos no han podido volver, los presos siguen en la cárcel y no ha habido ni un solo avance hacia la secesión. ¿Qué sentido tiene el ejercicio del cargo? ¿Se puede ser más prescindible? Al mismo tiempo, se han producido algunas protestas, de sectores como la sanidad, los bomberos o los Mossos, para conseguir mejoras laborales. Llama poderosamente la atención que las movilizaciones no sean generalizadas, ante la parálisis de la Administración. Solo desde una sociedad hastiada hasta el infinito y más allá, se puede explicar algo así.

Torra y sus consellers lo supeditan todo a la causa independentista. Es el monotema, lo único que verdaderamente merece su esfuerzo y su atención. Aparentemente, todo lo que se sale de ahí es traición, es ir contra su proyecto de país. Desde el punto de vista de la normalidad, el balance de la gestión es lamentable. El mundo al revés. El Gobierno no gobierna, el president anima a apretar a los responsables de los disturbios callejeros, el conseller de Interior manda actuar a los Mossos en días pares y les ordena la inacción en los impares o se reúne con los exiliados amparando un comportamiento del todo incomprensible en un jefe de las fuerzas de seguridad.

Y en estas circunstancias, nos encontramos a las puertas de la celebración de un Consejo de Ministros en Barcelona repleto de anormalidades. El Gobierno de España, solo faltaría, debe poder reunirse en cualquier parte del territorio sin sobresaltos de este calibre. Y es todo lo contrario. Miles de agentes, en una cita plagada de incertidumbres, se van a desplegar para garantizar la seguridad. Que Torra renuncie a gobernar, si quiere. Los ciudadanos le juzgarán. O no. Pero, al menos, que gobierne alguien. Todo parece indicar que, a finales de esta semana, y aprovechando la presencia de Pedro Sánchez en Cataluña, habrá encuentro con Torra. El acuerdo sobre la forma de esa reunión no termina de llegar. No creo que estos paripés estén siendo ya rentables para nadie. Ojalá el Presidente del Gobierno sepa a dónde va y a dónde nos está llevando a todos.

* Periodista