Pedro Sánchez se reunirá el jueves con un president. Un cóctel de factores que llevó a parte del equipo del presidente del Gobierno a pensar que el encuentro en el Palau de la Generalitat era inútil porque estaban ante un interlocutor con fecha de caducidad y en modo campaña. No en vano, Quim Torra ha reiterado su voluntad de plantear la autodeterminación y la amnistía en la cita entre mandatarios. Leyendo el subtexto: evidenciar lo absurdo, según su criterio, de la estrategia de ERC ante la negativa permanente de Sánchez a esos planteamientos.

El anuncio de Torra del pasado miércoles -aprobación de presupuestos 2020 y, después, convocatoria electoral- hizo tambalear la mesa de negociación acordada por ERC en diciembre. La intención de la Moncloa era posponerla hasta después de unos comicios con fecha incierta. No le falta lógica si la cita puede verse empantanada por un agrio divorcio entre socios de Govern. Los republicanos encajaron este virtual aplazamiento como un «incumplimiento flagrante», pero sus dirigentes llamaron a la calma rápidamente atribuyendo la situación a un simple «malentendido o una discrepancia». A las pocas horas, el Ejecutivo español rectificó y volvió a lo pactado.

Para ERC será clave apagar los incendios que puedan consumir la senda del diálogo, la contraprestación por permitir la investidura. En esta ocasión, la reunión Sánchez-Rufián ha ejercido de cortafuegos de manera eficaz. En el frente independentista, donde los errores ajenos puntúan más que los aciertos propios, irán prendiendo nuevos focos conforme nos adentremos en la campaña electoral. El Gobierno, con la mirada puesta en la negociación de los Presupuestos, teme enredarse aún más en la madeja de la agenda catalana.

El sondeo del Gesop publicado este domingo traza un escenario abierto en Cataluña. El bloque independentista se volvería a imponer en diputados aunque ERC, que figura como vencedor, podría elegir y gobernar también con PSC y comuns. Lograrían hasta 33-34 escaños -ahora tiene 32- y JxCat pasaría de sus 34 actuales a unos 29 o 30. La CUP, por su parte, podría duplicar representación. Con una diferencia tan exigua entre republicanos y posconvergentes, los reproches de la pasada semana a cuenta de la pérdida de la condición de diputado del president pueden acentuarse aún más. Está en juego el timón de la nueva legislatura. Sin embargo, se equivocarán quienes descarten una reconciliación exprés justo después del recuento del último voto.

En este clima preelectoral, el encuentro de Sánchez y Torra en Palau discurrirá de forma muy distinta al de julio del 2018. En aquella ocasión, la liturgia incluyó intercambios de obsequios (botellas de ratafía y libro) y paseos con ecos machadianos en los jardines de la Moncloa. Se pretendía que los gestos lubricaran el proceso de normalización de las relaciones entre ejecutivos.

Todo aquello se cubre de polvo en la hemeroteca. La visita de Sánchez tendrá un porte menos ceremonioso y podrá vivir algún momento de tensión. Debe entenderse como un tributo a su relación con ERC, cuyo candidato podría ocupar el actual cargo de Torra en cuestión de meses. Entre tanto, la división en el bloque independentista se transforma en enfrentamiento en campo abierto. Continuamos en una nueva fase con propuestas antagónicas: la que apuesta por instalarse sine díe en el conflicto y la que mantiene abiertas las puertas al diálogo. Ambas usarán la lógica electoral como arma arrojadiza.

* Periodista. Directora de 'El Periódico de Catalunya'