La Resurrección de Cristo es uno de los acontecimientos más complejos sobre los que se puede escribir y discutir. No es la primera vez que publico sobre este asunto. En principio, voy a partir de la siguiente premisa: entiendo la muerte como un acontecimiento que ocurre a Jesús de Nazaret y la resurrección como un acontecimiento que ocurre, por expresarlo de alguna manera, a Cristo. La clave o razón por la que realizo esta separación la encuentro en el mismo Evangelio: las primeras mujeres que fueron al sepulcro de Jesús de Nazaret sólo encontraron un sepulcro vacío. La aparición de un ángel tiene más, por una parte, de añadido simbólico y no histórico; y, en el supuesto caso de que tuviera historicidad, estaríamos hablando de una realidad más bien sobrenatural. No tenemos ángeles correteando por el espacio y el tiempo, es evidente. Por tanto, lo que debemos separar, en principio, es lo que las mujeres ven en este espacio y tiempo y la supuesta aparición de un ángel que, repito, tiene poca consistencia como dato histórico mientras que, por el contrario, sí la puede tener sin problema alguno el hecho de que el sepulcro estuviera vacío. Lo que ocurriera con el cuerpo muerto de Jesús de Nazaret es otra cuestión que pudiera tener varias explicaciones o interpretaciones. El caso es que las cuatro narraciones evangélicas canónicas coinciden en el asunto de que el sepulcro estaba vacío. Algunos, muchos, durante largo tiempo han pensado y piensan que esta es la mayor evidencia de que Jesús de Nazaret había resucitado; pero, personalmente no creo que se produzca aquí una relación directa entre causa y efecto o causa y consecuencia, es decir, Jesús ha resucitado porque el sepulcro está vacío es un enunciado cuyo valor de verdad puede ser fácilmente puesto en entredicho; o decir el sepulcro está vacío y, por tanto, Jesús ha resucitado tiene el mismo valor de verdad que el enunciado anterior. Por eso prefiero decididamente desvincular a Jesús, el personaje histórico, de Jesús el Cristo, el ser sin espacio y sin tiempo, resucitado desde el origen de todo que es también y simultáneamente el final de todo, alfa y omega, pero con esa «y» epexegética cuyo valor es el de la identidad. Para que nos entendamos, El Cristo sin espacio y sin tiempo, tiene que encarnarse para ser Jesús de Nazaret, para ingresar en el espacio y en el tiempo. Por eso las mujeres, María de Magdala la primera, que visitan la tumba donde depositaron el cuerpo de Jesús sólo se atreven a afirmar sobre aquello que ven, que experimentan, y esto es que el sepulcro está vacío.

Partiendo de esta base, que puede resultar descorazonadora, me siento más libre así para poder explicar el fenómeno de la resurrección que si me tengo que poner a explicar las apariciones que se narran al final de los evangelios y que podrían pasar más por relatos fantasmagóricos y de difícil, por no decir imposible, verosimilitud. Me siento más cómodo escribiendo, aunque sea poco y difuso, sobre el no-espacio y no-tiempo como fuente del conocimiento absoluto.

Mi tesis de inicio, bueno y de fin, es que la Resurrección ya ha ocurrido. La Resurrección ni es el final de un camino, ni siquiera un camino que hay que recorrer. Así que aquí la canción de Serrat con los versos de Machado no nos sirve, o si acaso solo nos sirve el caminante no hay camino porque efectivamente no hay camino alguno. La Resurrección no está al final sino al principio. Antes lo dije, omega es alfa. Por eso, no es algo que se puede conocer cómo quien conoce algo que no conocía antes, sino que solo se puede reconocer. Somos tan torpes para comprender esto que la Historia Real del ser humano y del Universo total se tuvo que hacer visible en esta historia por un período de tiempo. La Historia Real, el Universo absoluto, el ser humano esencial entró en el espacio y en el tiempo. Así concibo a Cristo. La Palabra que se hace carne. Logos, que traducimos con mucha cortedad de miras como palabra, es algo más que palabra. Logos incluye la palabra pero también el pensamiento, la mente, la razón, la razón de ser, el Ser. Logos es la palabra misma antes de ser dicha porque cuando se dice ya es necesario el espacio y el tiempo donde se dice. Fue en ese espacio y tiempo, pero podría haber sido en cualquier otro, cuando el no-espacio y no-tiempo se avino al espacio y al tiempo, pero dejando siempre bien claro con la palabra que se dice y no con la que se piensa que «su reino no es este mundo». El mismo Jesús dice: para el justo no hay ley. En este sentido sí que soy de los que defienden la plena conciencia mesiánica, es decir, Jesús de Nazaret sabía a la perfección quién era. Si su Reino fuera de este mundo ya habría ordenado a sus seguidores que lo defendieran de sus perseguidores, de sus enemigos. Y no lo hizo. Sólo cuando el logos se hace espacio y tiempo, convierte la imposibilidad de ver el no-espacio y el no-tiempo en posibilidad de verlos. Lo que sí acontece es que nunca estamos preparados para soportar este tipo de incursiones en la Historia y algunas hubo pero ninguna de la magnitud de la que protagonizó Jesús de Nazaret.

* Profesor de Filosofía