En la Escuela de Periodismo (1953-1957) hice amistad con un gallego, Daniel Sueiro, del que recuerdo su acento suave cuando hablaba del Valle de los Caídos. Era partidario del periodismo de investigación y algo estaba preparando. El Decreto Ley de 23 de agosto de 1957 informaba de que el «Monumento acogería a todos los caídos sin distinción del campo en que combatieron», y si sus familias permitían enterrarlos allí, entre ellos mi padre. Pero mi familia prefirió conservar sus restos en el panteón familiar.

En 1976 se publicó el libro El Valle de los Caídos. Los secretos de la cripta franquista, de Daniel Sueiro. Un libro-reportaje que se adelantó a la Transición y que tras decir Pedro Sánchez en la ONU «la Inmoralidad de haberlo mantenido tanto tiempo» en la Cripta; y que por fin «ya está asentada la democracia en España», me suscita este interrogante: ¿Por qué al inicio de la democracia no se decidió sacar los restos de Franco? La respuesta es obvia: El Rey Juan Carlos I, Adolfo Suarez, Torcuato Fernández Miranda e incluso el Partido Comunista que presidía Carrillo y La Pasionaria, optaron por la sensatez política. Había que evitar ser acusados de traidores. Pero sí se permitió la publicación de la novela Y al tercer años resucitó, de Fernando Vizcaíno Casas en clave de humor encomiástico.

Franco siguió en Cuelgamuros con los presidentes Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar y Zapatero, el más activo en sacar a Franco del Valle de los Caídos. Debemos acatar la decisión del Tribunal Supremo pero no las palabras del presidente en la ONU que, además, quiere llevar a Franco a las urnas

* Periodista