Leo en el diario Córdoba, del día 18 de los corrientes, en la sección de Lectores, el artículo escrito por la sra. Antonia Moreno, en relación con el olor a orines que hay en algunas calles de Córdoba y que, según ella, dejan los animales no humanos denominados perros, o canes, como ustedes prefieran. Por el contenido del mismo deduzco que a dicha persona no le gustan para nada dichas mascotas. Por supuesto, yo soy de la opinión de que hay que respetar lo que los demás piensen, te guste o no, o te dé verdadera rabia, cuando escuchas tonterías (que es lo que suele pasar la mayor parte de las veces).

No puedo estar en más total desacuerdo con dicha sra., entre otras razones, como ya saben ustedes, soy un verdadero amante de estos compañeros, amigos peludos, que te son fieles hasta la muerte y más allá. De hecho, prefiero antes la compañía de mi perrita India, la cual recogí de la calle, ya que la misma estaba abandonada, que la de muchas personas. Esta sra. me parece a mí que no está muy acertada con decir que el tener como compañía a un perr@ es una moda «que ya resulta una carga para la sociedad».

La verdad es que yo encuentro una carga para la sociedad la cantidad de vividores y parásitos que están viviendo a costa de nuestros impuestos. Así mismo, dicha sra., en su artículo, escribe que los perros están en las calles, las plazas, las terrazas, e incluso en las tiendas; bueno, sra., si quiere cogemos un cohete y los llevamos a la Luna. Más vale que se preocupase usted de la suciedad que genera el animal humano, y ese olor a orines que dice, la mayoría es de los borrachos que hacen las botellonas en nuestras calles.

Me parece muy bien que no le gusten los perr@s, (no sabe lo que se pierde), pero de ahí a lo que usted pone en su artículo va un abismo. Y va un abismo porque, para empezar, ellos son seres vivos con sentimientos y sufren igual que cualquier persona. Para mí, una de las cosas más gratificantes de esta vida es el poder comunicarme con un ser vivo, que es de una especie completamente diferente a la humana. Y para terminar, sra. mía, recordarle (por si no lo sabía, y si no ya lo sabe) que la cultura de un país se mide por el amor que le tiene a sus animales no humanos.