Hace muchos años que son lugar común en Córdoba las quejas por la escasa brillantez de la Cabalgata de Reyes, un acontecimiento que pone fin a las fiestas navideñas y que, por aquilatar el punto máximo de la ilusión infantil, es juzgado con especial atención por ciudadanos y, como es natural, por los grupos políticos de la oposición en el Ayuntamiento. Pocos años han escapado de las críticas, a veces descalificaciones. Ya no se censura la escasez de caramelos --en la memoria queda un año en el que hasta los Reyes Magos culminaron el trayecto con las sacas vacías-- pero sí se cuestiona la calidad de las carrozas, la decoración, el ritmo musical... Y el debate también se extiende a los símbolos religiosos o a la oportunidad de las carrozas dedicadas héroes infantiles de cine o televisión. Dejemos de lado esta última polémica, pues está condicionada por posicionamientos ideológicos, aunque cabe señalar que la Navidad es una tradición que puede vivirse --y de hecho, así es-- con igual entusiasmo desde un punto de vista laico sin necesidad de escamotear sus símbolos y referentes religiosos, que son de gran arraigo.

Centrémonos en las características del evento. Teniendo también en cuenta que los niños, principales destinatarios del desfile, suelen disfrutar y apenas perciben esos defectos que sí observan los adultos, lo cierto es que la cabalgata de este año era mejorable. Bastante mejorable. El Ayuntamiento no puede eludir responsabilidades aunque ponga la organización en manos de la Federación de Peñas ni aunque la ejecución sea de la misma empresa que lo hacía en la anterior etapa del PP. Es una buena explicación del gobierno local que este año se haya destinado una partida importante, de 150.000 euros, a mejorar la seguridad de las carrozas renovando los remolques y ampliando la zona de vallado. Aceptemos la promesa de que el próximo, una vez hecha esta inversión prioritaria, será un desfile más vistoso. En cualquier caso, el Ayuntamiento debe controlar su calidad y esforzarse en la estética, pues, además de impulsar las fantasías infantiles, la Cabalgata de Reyes es también imagen de la ciudad, y eso es un asunto muy serio. Si requiere más inversión, más arte en su puesta en escena y más control, es necesario aportárselo. Igual que al alumbrado, que no ha conseguido reflejar la alegría ambiental que se espera en estas fechas. Pero, en el lado positivo, es indiscutible que la Navidad en Córdoba ha difrutado de un buen ambiente, una asistencia masiva de público y un mínimo de incidentes pese al enorme movimiento de masas de la fiesta de Nochevieja en Las Tendillas y de la propia cabalgata, con 120.000 personas en su recorrido. El saldo, pues, es favorable, aunque queden pendientes las mejoras, un compromiso exigible.