Susana Díaz está actuando con rapidez tras perder la partida en la primarias del PSOE. Desde ese momento, tras allanarse y allanar al PSOE-A a la voluntad del secretario general electo, se ha centrado en Andalucía, aplicando enfoques políticos ya anunciados durante la campaña interna socialista --las bonificaciones a los universitarios, la renta mínima-- y ‘rearmando’ el escenario de su acción política y de gestión. El cambio de Gobierno anunciado la noche del jueves se presentaba, por tanto, como una necesidad urgente en este pasar página en el que era clave separar la acción de gobierno de la de partido. Aunque la remodelación es sustancial, con la salida de cuatro consejeros y varios cambios, se mantiene el «núcleo duro» de la máxima confianza de la presidenta --Jiménez Barrios, María Jesús Montero, Ramírez de Arellano-- y cambian las áreas de mayor desgaste, como Educación y Sanidad. También la salida del consejero de Justicia, Emilio de Llera, responde a los errores cometidos, y en su lugar se nombra a Rosa Aguilar, demostrando también la confianza en la capacidad «de estado» de la cordobesa, con una larga trayectoria de gestión en las instituciones públicas. Una buena iniciativa parece también el nombramiento de otra cordobesa, Marina Álvarez, para el área de Sanidad, tras haber conseguido, como gerente, un gran nivel de crédito y prestigio para el hospital Reina Sofía. Otras caras nuevas, jóvenes y con experiencia política no ligada a la Junta de Andalucía, añaden el aire de renovación con el que Susana Díaz quiere abrir una etapa de impulso para Andalucía. Su acierto iría en beneficio de todos.