Llegó septiembre, --el mes que sirve de título a una de las películas más controvertidas de Woody Allen, Septiembre, un intenso drama que se adentra en la complejidad de las relaciones humanas--, el mes de la transición del verano al otoño, el mes que nos trae el nuevo curso académico y, de alguna forma, el reinicio de muchas actividades aparcadas durante las vacaciones oficiales. También, cómo no, la reflexión urgente del paso del tiempo: otro curso, otros escenarios, otros paisajes, otras actividades. Quizás por eso, se va implantando la costumbre de colocar algunos mensajes en la esfera de los relojes, como se colocan ya en el papel de los azucarillos para el café. Y así, cada vez que miramos la hora podemos tener la sensación de que el don del tiempo «hemos de agradecérselo» a la marca del reloj. Artimañas de la publicidad encubierta. Recuerdo, por ejemplo, que en un muro romano, bajo un reloj de sol, rezaba una inscripción en latín que, traducida, dice así: «No cuento sino las horas serenas», dando una gran importancia a vivir con plena consciencia. En Tel-Aviv, en un reloj que colgaba de un alto edificio, podía leerse esta frase: «Es más tarde de lo que tú piensas». En la Casa de ejercicios espirituales, en Betania, que las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno tienen en Córdoba, en una de las galerías, a la entrada del comedor, podemos leer esta frase en un reloj de pared: «Siempre es hora de la gracia». Joan Guiteras, deán del Cabildo de la catedral de Barcelona, nos revela que siempre le han seducido los relojes de sol: «Tengo una foto de la fachada de una casa, donde hay una ventana antigua y, a su lado, un espléndido reloj de sol. La numeración es romana. Se lee esta inscripción: ‘Yo sin sol y tú sin fe, no somos nada’». Un refrán claro. Si el sol no luce, el reloj se convierte en algo inútil. El hombre, sin la luz que es la fe, está también a oscuras y no refleja el bello rostro transfigurado por la creación y la redención. El deán Guiteras nos habla también de otro reloj, en la catedral de Barcelona: «Hay otro reloj que veo a diario en la sacristía de la catedral de Barcelona. Es un reloj bien cuidado y de no demasiados años. Tiene una digna belleza e incluso es puntual en su ritmo. Al pie está escrito: ‘Mientras tengamos tiempo, hagamos el bien’». Pequeños mensajes en las esferas de los relojes. Filósofos y sociólogos se han empeñado en explicar el tiempo. San Agustín afirmó: «No existen tres tiempos, sino sólo tres presentes: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro». Heidegger determina que el tiempo no es algo que debería ser definido ni calculado, y por consiguiente, no tendría que ser relacionado con las palabras: «qué» ni «cuándo». El filósofo le da primacía al futuro en la interpretación del tiempo, lo cual no significa que desconozca el pasado y el presente, sino que ha interpretado el tiempo en términos de posibilidad o proyección. Finalmente, Borges, nos dejó estos versos reflexivos: «Porque estamos hechos, no de carne y hueso, sino de tiempo, de fugacidad...». Bueno será revestirlo de mensajes, aunque se escriban en la esfera de los relojes.H

* Sacerdote y periodista