Estos días están de moda las listas de personajes más relevantes e influyentes del año, las palabras más repetidas, las expresiones más utilizadas, el producto más vendido, lo más buscado en las páginas de internet. Todo se contabiliza y se mide para examinar las tendencias y el interés de los usuarios, no solo desde el punto de visto de la sociología, sino básicamente para la utilidad del mercado.

Pero sobre todo, llegados a estas alturas de calendario, como todos los finales de año, quizás lo que más nos interesa es el epílogo que vamos escribiendo de los últimos doce meses de nuestra historia personal. Hacemos balance de nuestros éxitos y fracasos, de nuestros logros y pérdidas. Miramos las expectativas con las que comenzamos, los senderos que andamos, las personas que nos acompañaron, los esfuerzos que invertimos, las renuncias y lo que dejamos por el camino. Repasamos mentalmente los buenos momentos así como las pérdidas de todo tipo, materiales e inmateriales, que también tuvieron su importancia en nuestra travesía. Y concluimos, si el saldo fue más o menos positivo o si nos movemos en números rojos.

La conclusión, al menos para mí, siempre es de gratitud, ante cada día que se inicia, ante cada oportunidad que se nos brinda, ante cada persona a la que nos podemos acercar, ante cada historia en la que podemos dejar escritos unos renglones. Estamos aquí, que no es poco. En uno de los rincones más confortables para la vida. Y no estamos solos. Los éxitos o los fracasos siempre son fugaces y todos, además, nos ofrecen una lección de la que aprender.

Sería terrible mirar hacia atrás y ver solo vacío, sin nombres escritos en los surcos de nuestra historia, sin pequeñas cumbres coronadas, sin gestas que contar ni gestos que acompañar, sin lugares que recordar ni experiencias con las que vibre nuestro corazón. Doce meses que se fueron para siempre y no volverán, que muchos otros no pudieron terminar, y que tenemos el privilegio de añadir como un capítulo del libro de nuestras vidas. Me pregunto si el mundo que dejamos hoy es mejor o no un año después, si mi entorno personal ha mejorado o no con mi presencia. A pesar de nuestra finitud e irrelevancia ante la magnitud de los acontecimientos y las cifras, yo me pregunto si he sido intrascendente para tantas personas con las que crucé mi existencia, mi palabra y mis gestos. Si importó a alguien y tuvo consecuencias aquello que hice. Si ayudé a construir nuevas realidades. Si he crecido o me he empobrecido como persona, si me he mirado solo a mí o he contado con quienes caminaban a mi paso. En cualquier caso, y por suerte, el balance es provisional, la versión vieja se abre a un nuevo capítulo que poder llenar de retos y vivencias que nos lleven a un saldo final positivo, no solamente para nosotros, sino para el mundo que dejamos. Probemos a intentarlo, para eso es el año nuevo.

* Abogado y mediador