En la carrera sucesoria de Génova, hay quien apoya a María dolores de Cospedal por «defender como nadie al Partido Popular en los momentos más complicados y más difíciles», en clara alusión a los casos de corrupción del PP. Creo que defender a un partido condenado por corrupción no es una virtud, sino un lastre. Cospedal debería haber criticado la corrupción exigiendo una refundación para limpiar la podredumbre, en lugar de diferir despidos o consentir hacer añicos los discos duros de Bárcenas. Sáenz de Santamaría convirtió las ruedas de prensa del Consejo de Ministros en correa de trasmisión del ideario del PP, alimentó sin cesar las puertas giratorias, vació de contenido el Parlamento y aniquiló la televisión pública más plural que jamás existió. Y Casado, máster aparte, reivindica a Aznar y a Aguirre.

¿Renovación? No, es más de lo mismo.