Es la mujer de mayo y cada mayo. Sale del tiempo y es el tiempo. Llega mayo; pasará. Llegará otro mayo, otro, otro... Nuevos geranios, claveles, jazmines, buganvillas, albahaca, dama de noche, azahar; pero siempre la misma flor, la misma maceta, el mismo atardecer sobre la cal del patio. Se mece en su jaula el jilguero. Los mismos nuevos vencejos, las mismas golondrinas. Pasarán. Volverán. Y siempre la añoranza de algo muy sutil, muy profundo, que nos dice adiós porque nosotros somos los que nos vamos y no regresaremos. Otra juventud. Otras manos. Otra flor. La nostalgia en el infinito paso de la vida. La mujer de mayo se levantó temprano. La casa, la abuela, el abuelo, los hijos, el marido, el pan, la cocina, la siesta, el sol, el canario, las vecinas... En el tendedero, las sábanas blancas, banderas de amor y de paz. ¡Qué plenitud de azul! Cae la tarde. Aún le queda tiempo a la mujer para recoger unos jazmines y fabricarse una moña con el mismo alfiler de la madre y de la abuela; asomarse al pozo, sentir la caricia de su frescor umbrío, llenar el cubo, coger la caña, meter la lata, y una maceta, otra maceta... ¿Quién las colgó tan arriba? ¿Quién las pintó de verde, de añil, de blanco o de rojo? ¿Quién buscó el mantillo, la planta, la raíz? Ahora huele a tierra mojada, ese olor a pueblo y corazón, que se esparce con la brisa del atardecer. La niña que mira. La abuela que piensa. ¿Qué recuerdos palpitan por el patio? ¿Qué pasos, por las piedras? Hubo una boda, un bautizo, una Primera Comunión, un sepelio. Pero sobre todo, saludos, muchos adioses, muchas despedidas, muchas tardes soñolientas que esperaron una carta, que soñaron un amor y añoraron un tiempo. Otro día, otro anochecer, otra estrella, otro mayo. La soledad de la casa se llena de fiesta o, de pronto, de melancolía y de silencio. Y esos dedos, sutiles, leves, que sostienen la caña y la elevan al cielo. Gotea el agua. Se abren los jazmines. Canta el canario en la sombra del limonero, fresca al alba, tibia a la tarde. La luna bajará al patio cuando en las paredes se duerman los recuerdos. El botijo, la silla, la gata, el azulejo. ¡Aquellos tiempos! ¡Aquellas almas! Siempre, la mujer de mayo, el cubo, el agua, las macetas. Una mano, otra mano. Unos ojos, otros ojos. La eternidad del pueblo.

* Escritor