Va de médicos, ahora que el otoño nos adentra en la nostalgia, en las «hojas muertas», mientras nos vienen a la memoria los conocidos versos de Verlaine: «Los largos sollozos de los violines del otoño hieren mi corazón con una languidez sonora», y cómo no, los de nuestro admirado poeta y recordado paisano Leopoldo de Luis: «Las hojas del otoño flotan sobre tu brisa y caen en el estanque solitario del alma». Y en este ambiente, llega a mis manos la aventura por escrito de dos médicos, Manuel Álvarez Romero, cordobés afincado en Sevilla, director del Centro Médico Psicosomático, y José Ignacio del Pino Montesinos, especialista en Psiquiatría y en Psicoterapia de Familia y director general de Salud Mental en el Colegio Oficial de Médicos de Sevilla. Ambos han publicado un libro que lleva por titulo Reflexiones con la bata puesta. ¿Sabes cómo piensa tu médico?, que, además de informar verazmente sobre cuestiones relevantes para la salud de las personas, combate un mal endémico en la actual sociedad de la información: la desinformación. A bote pronto, el lector encontrará el aroma de un acendrado humanismo en los temas médicos que desarrolla, una cercanía a los pacientes, un interés por cada persona que se acerca con su ración de incertidumbre a los profesionales de la Medicina. Porque la visita al médico nos sumerge siempre en una cierta zozobra, --el doctor Juan de la Haba perfila un ensayo sobre las «incertidumbres» de los pacientes--, mientras esperamos pruebas y resultados. Manolo Álvarez y José Ignacio del Pino nos van ofreciendo pensamientos que iluminan la naturaleza humana, y a la par, tantas y tantas circunstancias como concurren en nuestra singladura por la historia: «La naturaleza es el gran médico y el hombre posee a ésta en sí mismo». Uno de los destellos más importante de este libro es el amplio escaparate que nos ofrece de las «anécdotas, citas, vivencias y enseñanzas», tomadas de la realidad, del trato con los enfermos. Hay también, capítulo tras capítulo, una «batería de conclusiones prácticas» para anotar en nuestra agenda. Me quedaría con algunas de ellas. Primera, ser hombre es llevar a su límite todas las infinitas posibilidades que cada humano lleva ya dentro de sí. Segunda, una estatua no está hecha de lo que se le añade sino de lo que se le quita. Seamos, por tanto, buenos artistas, simples escultores, que ayudamos a eliminar lo superfluo y sacar lo mejor de cada uno de nuestros pacientes, cada uno a su particular nivel. Tercero, prescribamos a nuestros pacientes la terapia sanadora o el más importante medicamento --a veces tan caro--, pero añadiendo el más barato y eficaz de los remedios: una mirada cálida acompañada de una franca sonrisa. Cuarto, el sufrimiento compartido o comprendido es más llevadero, haciendo sentir a la persona que lo vivencia que ese cúmulo de sensaciones negativas que le invaden son detectadas por «otro», que las ha percibido y aceptado, al conocer el motivo, justificando así el sentimiento de la persona que lo sufre. ¡Cuánto ayuda el recibir esa ayuda! Quinto, no toda enfermedad conlleva sufrimiento, incluso existen enfermedades en el hombre de las que el paciente no tiene conciencia de tenerlas. Por otra parte, cuando se logra dotar de sentido el sufrimiento, su peso se alivia sobremanera. Y así podríamos alargar la lista de conclusiones y sugerencias. Ciertamente, los doctores Manuel Álvarez y José Ignacio del Pino pueden estar satisfechos de su libro. No sabíamos que «reflexionar con la bata puesta» diera tanto de sí y nos abriera tan hermosos horizontes.

* Sacerdote y periodista