En el presente artículo, vamos a poner de relieve, situaciones y cuestiones, unas anecdóticas y otras que recogen la opinión de personas mayores sobre el proceso de envejecimiento.

El otro día, al salir de casa para coger el ascensor, me encontré con un vecino que iba acompañado de su nieta, con apenas tres años. Me dirigí a ella y le pregunte: «¿Dónde vas con el abuelo?». Pero antes que la nieta contestase, el abuelo respondió: «La niña no me llama abuelo sino ‘Pepe’”. Entonces, yo, sacando mi vena pedagógica, me acerqué a la niña y le dije: «Mira, este hombre que tiene cogida tu mano es el padre de tu madre, es decir, tu abuelo». Y ahora viene lo mejor. ¿A que no se imaginan lo que me contestó la niña, la nieta?. Su respuesta fue definitiva. Dirigiéndose al abuelo le dijo: «“Vamos, Pepe». Ante esta situación pensé: «A estas edades no se debe tener conciencia del transcurrir del tiempo. En la niñez, la vejez no existe».

Cuando yo tenía más o menos 50 años e impartía enseñanza de Física y Química, entregué a los alumnos al finalizar la primera clase del curso un cuestionario para que, contestando a las preguntas contenidas en el mismo, reflejasen su opinión sobre mi persona y como profesor. Uno de los alumnos, en edad comprendida entre los 14 y 15 años, con toda sinceridad y franqueza, manifestó en una de sus respuestas que no esperaba encontrar como profesor a una persona tan mayor y tan vieja como yo. Me quedé de piedra, pero desperté y me pregunté: ¿Qué criterio o indicador habrá seguido el chaval para llegar a tal conclusión? Me incliné por pensar que me definió como viejo por el solo hecho de tener 35 años más que él. La distancia en el tiempo para envejecer se acorta: uno de 18 años considera viejo a otro que tiene 30.

Y ahora hago a los lectores de este artículo de opinión la siguiente pregunta: ¿Cuál es en estos momentos la postura de cada uno de ustedes con respecto a su propio envejecimiento?. Esa misma pregunta se la hice, como profesor ponente del Aula de Mayores de la Universidad de Málaga, y a través de un cuestionario, a un grupo de alumnos de la misma, con edades comprendidas entre los 55 y 80 o más años. A continuación vamos a conocer algunas de las opiniones recogidas:

«Acepto tranquilo el envejecimiento aun con la certeza de las mermas que vamos adquiriendo, lo que supone pérdida de facultades físicas y psíquicas».

«No puedo definir el envejecimiento porque nunca pienso en él, como tampoco en la muerte, aunque se que las dos cosas forman parte de mi vida».

«El envejecimiento me ofrece la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos, compartir, vivir. Etapa tranquila, en la que puedes hacer aquellas cosas que no pudiste hacer en etapas anteriores como: estudiar, asistir a conferencias, relacionarse, escribir, pasear, ser miembro de un club de lectura, o de una asociación de jubilados, participar y ayudar a otros en labores de voluntariado, deporte, cultura».

«El conformismo en todas las etapas de la vida y sobre todo cuando hemos dado a la sociedad lo que pedía de nosotros, es perjudicial para el cuerpo y la mente».

«La vida da oportunidades durante la vejez, siendo posible cubrir sus pérdidas con otras actividades que están alrededor de uno, hasta el final de nuestros días. Solo hay que buscarlas con actitud activa, con interés, adaptándose a los cambios».

«Para algunos de los consultados, la población envejecida es esa gran masa de jubilados que desaprovechan sus capacidades jugando al mus o al domino, toda la tarde».

«Según mi forma de pensar hay que ser críticos, comparado los tiempos anteriores con los actuales, evolucionando, adaptándose, no estancándose. La personalidad no cambia pero si las formas de ver las cosas».

«Algunos explican que la razón de su comportamiento es para poder seguir siendo útiles a los demás».

«Creo que dentro de nosotros tenemos algo que nos impulsa a transmitir a la sociedad lo que hemos ido acumulando. Sentía una necesidad de hacer algo por los demás».

Cuando la jubilación se presenta a una edad no esperada la situación es especial. Es el caso de muchas personas en la actualidad se han visto obligadas a jubilarse debido a la reestructuración de la economía. A edades tempranas han debido hacer frente a esa situación, y han necesitado ocupar su tiempo. «Me retiré a los 55 años. Pensé: a los 55 años me jubilo, con lo que duramos ahora, que llegamos hasta los 80, me tiro yo aquí 25 años tocando el violón. Iba a acabar cazando moscas». Hasta aquí la opinión de los demás. ¿Cuál es su postura ante el proceso de su propio envejecimiento y vejez?. Reflexione.

* Doctor en Ciencias de la Educación