Conforme emplazábamos al lector al término del artículo anterior, la ligereza del muy ilustre periodista D. Juan Luis Cebrián en punto a reconstruir la época de su biografía en sus muy interesantes recuerdos no alcanzaba su culmen en los párrafos ya glosados, sino que dibujarían su fastigio en la evocación de un episodio cultural del que a continuación nos enfrascamos en su escolio. Precedido de errores menores como la adscripción de una asignatura nunca profesada por el muy conocido catedrático vallisoletano Adolfo Muñoz Alonso --la disciplina de Ética-- el análisis de la en su tiempo muy famosa polémica entre dos afamados docentes de la por entonces Universidad Central -el turolense D. Pero Laín Entralgo y el valenciano D. Rafael Calvo Serer-- frisa casi en el esperpento por la acumulación incesable de falsedades fácticas, equivocaciones factuales y abismal ignorancia de lo rememorado en sus pp. 116-17 a propósito de la áspera controversia suscitada por la publicación en Madrid, a comienzos de 1959, del texto lainiano ‘España como problema’ y la réplica, en el mismo año y lugar, del libro de Calvo Serer ‘España sin problema’. A propósito de ello -importará repetir-, gran parte de lo escrito por la acre pluma del que fuese protagonista decisivo, muy decisivo, del consolidamiento de la abrillantada Transición, se manifiesta deturpada por toda suerte de inexactitudes cronológicas, a las veces, de mayúsculo tamaño (a modo de elocuente ejemplo, la datación misma de la polémica en la década de los cincuenta). Enredado el catoniano autor en su laberinto de ajustes de cuentas, desahucios de capítulos enteros de su trayectoria infantil y adolescente y olímpicos desprecios por el trabajo profesional de los servidores de Clío, convertirá a Calvo Serer, presidente del Consejo de Administración del diario Madrid en el segundo lustro de la «década prodigiosa», en mero columnista del antiguo periódico de los Pujol, al tiempo de enhebrar un relato deformado del ascenso de López Rodó a la sala de máquinas de la política del tardofranquismo de la mano del todopoderoso Carrero Blanco. Una mera ojeada a las acribiosas memorias del político barcelonés -nunca criticadas en su perfeccionismo factual ni por las plumas más antidictatoriales como, v. gr., las del gran y acerbo estudioso del régimen del 18 de Julio el madrileño Ángel Viñas- le hubiera bastado para amenguar la elevada cifra de sus yerros en materia de datación cronológica e interpretaciones básicas de la época.

Confiemos en que en la segunda entrega de sus recuerdos D. Juan Luis Cebrián, más sosegado en su glosa de la actualidad, según semejan ver sus últimas colaboraciones en El País y su muy reciente, y de obligada lectura, libro ‘Caos. El poder de los idiotas’ (Barcelona, 2020), se muestre más riguroso en la reconstrucción de acontecimientos y personajes. La alta responsabilidad que posee por su enorme ascendiente en porción muy descollante de la nación así lo hace esperar.