El presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves , acompañado de la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar , inauguró ayer las obras de restauración, urbanización y consolidación del Puente Romano, que se han prolongado durante más de dos años. Estas obras constituyen el eje central de la gran remodelación que se está llevando a cabo en el entorno del río Guadalquivir, que comprende, además, la restauración de la torre de la Calahorra y la Puerta del Puente, la urbanización de sus alrededores y la construcción del edificio de recepción de visitantes, cuyo montante global ascenderá a 32,6 millones de euros que serán aportados por el Gobierno autonómico. Es en el conjunto de este proyecto donde radica la importancia de la obra inaugurada ayer.

MONUMENTO EMBLEMATICOCon la apertura del Puente Romano, Córdoba recupera uno de sus monumentos más emblemáticos, a la vez que lo estrena desde el punto de vista arquitectónico y funcional. Desde esta última perspectiva, el puente se convierte en peatonal, para uso exclusivo de los ciudadanos, lo que ofrece un sentido pleno al término recuperación. Además, deja expedita esta vía de comunicación entre las dos partes de la ciudad, el norte y el sur.Desde el punto de vista arquitectónico, es de destacar, además de la recuperación y realce de la tradicional perspectiva de Córdoba desde ambas orillas del río, la consolidación del monumento, así como la recuperación de algunos de sus elementos más tradicionales, dejando la piedra al descubierto y permitiendo la visualización de las distintas intervenciones realizadas a lo largo de la historia.

CUIDAR LOS DETALLESNo obstante, ha sido una lástima que dos detalles en el conjunto del proyecto --el corte industrial del granito utilizado para la pavimentación y el pretil-- hayan centrado la polémica en los meses previos a la inauguración. Son dos detalles que, si bien no anulan el resultado final de la obra, sí que podrían haberlo redondeado, en el caso de haberlos tenido más en cuenta. Para resolverlos, más allá de las razones historicistas, arquitectónicas o personales en las que cada arquitecto ampara su proyecto, se podrían haber hallado sin ninguna duda miles de soluciones que habrían aportado una mayor concordancia semántica --se trata de un puente que se denomina romano--, social, cultural y sentimental con la imagen del puente que los cordobeses retienen en su memoria. De una manera fácil se hubiese evitado una polémica que, aunque haya podido resultar desproporcionada en comparación con el notable valor global de la obra, necesita ahora de la mano del tiempo para amortizar sus efectos con el aprovechamiento ciudadano que los cordobeses hagan del

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