Después de que la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, testificara ante el juez que la declaración de independencia fue «simbólica», una parte importante del independentismo parece que, por fin, afronta la realidad tras dos años de medias verdades, propaganda y ensoñaciones. Mas afirmó que los independentistas se cuestionan si los plazos del referéndum fueron «inteligentes» y si contaban con «la mayoría social suficiente. Joan Tardà admitió ayer que no hay una mayoría social en Cataluña que permita tirar adelante la independencia, y Comín, reconoció que el independentismo ha preferido «escuchar la parte del relato más épica, más emocionante y más bonita» en lugar de las obvias consecuencias desagradables. Son unos ejemplos del giro que el independentismo está dando a su estrategia después de que la vía unilateral que ha marcado la hoja de ruta haya demostrado ser una vía muerta que no ha traído la anunciada república sino la suspensión del autogobierno, la fuga de empresas, gravísimos procesos judiciales y un importante daño político y social a la ciudadanía catalana.