Iceta, con esto de la campaña electoral catalana no para de hablar. Es lógico por otra parte pues de eso se trata de mover la sinhueso para que lo voten a uno. Pero claro, como se puede colegir fácilmente no se trata de hablar por no estar callado, o de hablar por hablar, que por otra parte los españolitos ya estamos hartos de tal ejercicio. De lo que realmente se trata, y más en una Cataluña herida por unos vendedores de crecepelo de la marca Independentismo, es de no seguir engañando o confundiendo al respetable y decirle la verdad. Y de explicarla desde el principio, ya que ésta está tan adulterada, enrevesada y ultrajada que no hay más remedio que comenzar haciendo pedagogía. Pero parece ser que no. Que seguimos en la mismas. Y para eso está Iceta que como decimos ha hablado y en honor a su verdad nos ha dicho que si gana las elecciones nos ofrece un «gobierno cuyo principal objetivo será la reconciliación. Primero, la reconciliación entre nosotros, los catalanes. Y luego, la reconciliación con el resto de españoles». Lo primero que habría que decirle al señor Iceta es que los independentistas democráticos de toda la vida y el resto de los demócratas que no son independentistas, unos y otros en esta última etapa democrática, jamás han necesitado reconciliarse pues dentro de la Constitución y el juego democrático uno no tiene que pelearse con nadie, sino más bien entregarse a la limpia y sana batalla de las ideas. Por tanto, eso de reconciliarse nasti de plasti. Aquí los que deben pedir perdón y si son perdonados, reconciliarse, son los que pasándose a los jueces, la Constitución, el juego democrático y las normas más básicas de dignidad democrática por el arco del triunfo, han engañado a los votantes independentistas con falsas promesas y expectativas de una arcadia catalana tan quimérica que al final hasta han jugado con el pan de la gente. Y con las cosas de comer no se juega. Si hablamos de reconciliación hay que decir la verdad.

* Mediador y coach