Los gestos de Corea del Norte hacia la reconciliación con el Sur son continuos e inimaginables hace solo un año, cuando el régimen se había instalado en una peligrosa dinámica de amenaza y provocación con nuevos ensayos nucleares y de misiles prohibidos por Naciones Unidas. Según lo acordado, el pasado miércoles se celebró en la norteña estación de Panmun, cerca de la frontera común, el inicio de los trabajos para reconectar por ferrocarril los dos países. A la ceremonia, con 100 invitados de cada lado, asistieron altos representantes de cada estado. Sin embargo, no hay avances en el compromiso de desnuclearización, pese a que Estados Unidos, en su intento por obligar a Kim a desmantelar su arsenal, ha reforzado las sanciones económicas impidiendo incluso que las agencias humanitarias entreguen ayuda.

Según documentos obtenidos por la revista Foreign Policy, la Administración de Trump «rutinariamente bloquea en la ONU o retrasa durante meses» el envío de equipos quirúrgicos y suministros médicos para combatir la tuberculosis y la malaria y para el saneamiento de aguas. También dilató la entrega por Canadá de leche de soja para guarderías y orfanatos norcoreanos. Unicef y otras agencias de ayuda insisten en que las demoras «socavan la batalla contra las enfermedades infecciosas».

Durante la cumbre de junio en Singapur, Kim Jong-un se comprometió a desprenderse de sus bombas atómicas, y Trump, a levantar las sanciones que asfixian al llamado reino ermitaño, pero ninguno quiere ser el primero en cumplir su promesa y reprocha al otro la violación de lo acordado. Trump, que aspira a pasar a la historia como el presidente que acabó con la amenaza nuclear norcoreana, quiere celebrar una nueva reunión en marzo, pero tendrá que cambiar su táctica. Kim obedece menos al palo que a la zanahoria.

The New York Times reveló en noviembre que «Corea del Norte está avanzando con su programa de misiles balísticos en 16 bases ocultas que han sido identificadas en nuevas imágenes de satélites comerciales», que sugieren un gran engaño. Pionyang ofreció desmantelar un importante sitio de lanzamiento -comenzó y luego se detuvo-, mientras seguían las mejoras en más de una docena de instalaciones para reforzar los dispositivos de lanzamiento de misiles convencionales y con ojivas nucleares. El espionaje de EEUU conocía desde hace tiempo la existencia de esa red de bases, pero no se puso sobre la mesa en la cumbre de Singapur, de la que Trump salió diciendo que había neutralizado la amenaza atómica norcoreana.

El escepticismo sobre la desnuclearización es generalizado, tanto entre analistas occidentales como chinos y surcoreanos. Kim se ha agarrado al arma nuclear como su tabla de salvación y no la soltará hasta no sentirse seguro. Lo importante es construir confianza mutua.

Tras la cumbre de septiembre entre Kim Jong-un y Moon Jae-in, el presidente surcoreano indicó que su homólogo del norte estaba dispuesto a recibir a los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) para supervisar los trabajos de desnuclearización en el complejo militar de Yongbion, el mayor del país. Washington reconoció que Kim presentó la misma oferta en la reunión de septiembre con el secretario de Estado Michael Pompeo, pero luego no la concretó. EEUU exige una verificación internacional del desarme. Pionyang se mostraba favorable a cerrar esa base si Washington iniciaba el «correspondiente levantamiento de las sanciones».

La ceremonia del inicio de las obras del ferrocarril se presenta ahora como una nueva oportunidad para el diálogo al más alto nivel. Moon está empeñado en la reconciliación de la península, en cuya división no participaron los coreanos, sino que fue decidida al final de la segunda guerra mundial por EEUU y la Unión Soviética, que utilizaron el paralelo 38 para separarla en dos estados. Japón la ocupaba desde 1910. La guerra (1950-1953) ahogó la ansiada reunificación.

Entre los hitos intercoreanos alcanzados en estos meses destaca la inspección del derribo de algunos de los puestos de guardia de la llamada zona desmilitarizada, paradójicamente la más militarizada del mundo, establecida en 1948, a lo largo de la frontera. Decenas de soldados de las dos Coreas cruzaron por primera vez al país contrario para supervisar el fin de 22 puestos de vigilancia -11 en cada país-, con lo que han quedado en 50 puestos en el sur y 150 en el norte. Pequeños gestos hacia una eventual confederación, que precisará el consentimiento de EEUU y China.

* Periodista