Cuando uno invita a su casa a unos amigos procura, por todos los medios posibles, que se encuentren a gusto mientras están en ella, y les ofrece el mejor sillón, el mejor sitio para ver el partido o la corrida de toros que televisan.

Y hablando de corridas de toros, soy aficionado a asistir a los festejos que se programan en nuestra Feria de la Salud. Pero, a diferencia de cómo se encuentran mi casa los amigos a los que invito, limpia y sin mota de polvo, nunca en los años que he asistido a las corridas de toros he visto una plaza más sucia y llena de polvo donde subir las escaleras hasta los palcos se convirtiera en una carrera de obstáculos sin poder usar los pasamanos cubiertos con una capa de varios milímetros de tierra.

En todo centro público, sea de la índole que sea, teatro, campo de fútbol u hospital, hay un equipo de limpieza con material necesario que realiza dicha tarea adecuadamente de tal modo que quien asista o entre por sus puertas se encuentre a gusto en él. Pero se ve que en la plaza de toros de Los Califas, con categoría de primera, ese equipo de limpieza no ha sido contratado. Así no se ofrece a los amigos una casa o una plaza para que disfruten con el espectáculo taurino. No solo se disfruta de la memorable faena de Finito de Córdoba, que este año lo ha sido, sino también hay que disfrutar de los accesos, pasillos y asientos que se ofrecen a los aficionados.

«El que tenga oídos para oír, que oiga».