Mañana comenzará un nuevo año, y tal día de hace justo doscientos, en un pueblo andaluz era proclamada la Constitución de Cádiz, porque desde 1814 Fernando VII gobernaba como monarca absoluto, una vez que desde Valencia decretara y declarara «que mi real ánimo es no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución ni a decreto alguno de las Cortes Generales y Extraordinarias [de Cádiz] (...) sino el declarar aquella constitución y tales decretos nulos y de ningún valor y efecto». Joaquín Guichot, en su Historia de Andalucía (1868), lo relataba de este modo: «El día 1º de enero de 1820 D. Rafael del Riego, comandante del batallón Asturias acantonado en el pueblo de las Cabezas de San Juan, formó su batallón a las ocho de la mañana y puesto al frente de banderas, proclamó la Constitución de 1812, puso en el pueblo un ayuntamiento constitucional y se dirigió con sus tropas entusiasmadas a los Arcos, cuartel general del ejército expedicionario de América, mandado por el conde de Calderón». No era la primera conspiración liberal contra el absolutismo, antes lo intentaron Espoz y Mina en Navarra, Díaz Porlier en La Coruña, Lacy y Milans del Bosch en Cataluña, Vidal en Valencia o La Bisbal en Palmar, esta última poco antes que la de Riego.

Parecía que la suya tampoco triunfaría, pues fracasó en su idea de tomar Cádiz e inició el 27 de enero un periplo por varias provincias andaluzas, que lo condujo hasta la de Córdoba, en la que entró procedente de Estepa, pasó por Aguilar de la Frontera y Montilla y llegó a la capital el 7 de marzo. El ayuntamiento le ofreció el convento de la Merced para alojar sus tropas, pero exigió instalarse en el de San Pablo. Un informe de los procuradores síndicos de la ciudad, fechado el 20 de abril, indica: «El día 7 de Marzo, como a las dos de la tarde, se presentaron en la plaza del Puente las primeras tropas del Sr. Riego, inspirando la mayor confianza en los honrados vecinos que salieron a ver su entrada, la marcialidad militar acompañada de las canciones patrióticas, precursoras de la paz con que estas tropas se anunciaban, como las más fieles y decididas defensoras de la libertad de la patria». En la mañana del 8 de marzo salió en dirección a Espiel, Belmez, Fuente Obejuna y se adentró en la provincia de Badajoz, hasta que cerca de Portugal recibió la comunicación de que el rey había jurado la Constitución. Era el primer monarca constitucional de Europa desde Luis XVI.

Así daba comienzo la etapa que denominamos Trienio Liberal o Constitucional, que finalizaría con el restablecimiento del absolutismo y la ejecución de Riego. Este ocupó diferentes cargos militares en esos años, así como el de presidente de las Cortes en 1822, tras ser elegido diputado en Asturias. Entre los estudios biográficos dedicados a su figura, podemos resaltar que dos de ellos tienen como autoras a mujeres: Carmen de Burgos (Colombine) en 1931 y Enriqueta G. Infanzón (Eugenia Astur) en 1933. El mejor conocedor de aquel Trienio, el profesor Gil Novales, ya fallecido, escribió en su libro Rafael del Riego. La Revolución de 1820, día a día: «Riego, como símbolo, pertenece al terreno de la fantasía o de la memoria colectiva, que también es Historia». Son palabras publicadas en 1976, cuando aún no hablábamos de memoria histórica y mucho menos de memoria democrática, pero tenía todo su sentido recordar la figura de quien, como nos dice el mismo profesor, tenía como centro de su personalidad «un profundo sentido ético». Una valoración que contrasta con la que le dedicó el comandante militar de Córdoba cuando fue apresado en 1823, pues se refirió a él como infame, inmoral y estúpido. Esperemos que este bicentenario de su compromiso con la Constitución aquel primer día del año 1820 nos sirva para mantener el recuerdo de un hombre íntegro.

* Historiador