Como Aznar. De mayor quiero ser como Aznar. Tenerlo todo claro. Buenos y malos. El diagnóstico inequívoco de lo que sucede. El pronóstico atinado de lo que nos aguarda. Saber cómo se deben hacer las cosas a lo grande, sin medias tintas. Nada de ambigüedades. Nada de mojarse los pies en las templadas aguas de la duda.

Escucho la entrevista de Carlos Alsina (incisivo pero cordial) al expresidente del Gobierno. ¿La Transición? Todo iba bien hasta que en 2004 se hizo con el poder un nuevo Ejecutivo empeñado en incordiar hablando de la Guerra Civil. ¿La corrupción? A mí que me registren. La misión del que manda no es controlar a nadie porque eso es imposible. Yo no soy adivino para saber quién se lo va a llevar calentito. ¿La televisión? Es penoso cómo los partidos se reparten el pastel del control mediático. Oiga, ¿con usted esto no pasaba?, ¿fue la RTVE de 1996 a 2004 un modelo de pluralidad informativa e independencia editorial? La verdad es que no lo recuerdo. ¿No se acuerda de que puso a un diputado del PP al frente del ente público? Lo cierto es que... va a ser que no, lo que sí le digo es que le dimos vueltas a privatizar el tema, pero como ya habíamos privatizado tanto... ¿Y Rajoy? Yo al primero que recibí en la Moncloa fue a Fraga y a mí no me recibió nadie, no le digo más, ahí lo dejo. ¿No cree que ha vuelto a su puesto de trabajo renunciando al sueldo vitalicio para marcar diferencias con usted? Pues mire, el que la lleva la entiende, pero a mí no me ha ido del todo mal. ¿Qué me dice de Cataluña? Un golpe de estado como una casa y el Gobierno jugando a los dialoguitos, sin tomar las medidas necesarias para desarticular el separatismo como hice yo mismamente cuando Ibarretxe se puso tonto. ¿Y Pedro Sánchez? Puf, socialista puro y duro: es abrir la boca y suben los impuestos. ¿Y el cambio de gobierno? Todo el mundo estaba al tanto de la moción de censura que se estaba fraguando para contentar al independentismo y empezar el cambalache penitenciario, todo el mundo menos ciertas cabezas pensantes, una de ella con gafas y barba.

Así capea el temporal de preguntas incómodas un hombre equipado con férreas convicciones. Sin un asomo de titubeo, sin un esbozo de autocrítica, pasando de la buena prensa que el pensamiento líquido ha terminado dándole a eso de relativizar cualquier balance y apartarse de los enjuiciamiento absolutos.

Por eso quiero seguir su camino. Para no darle vueltas jamás a si hice o no hice lo correcto. Para no perder ni un segundo lamentando errores. Para no sentirme nunca un impostor frente al espejo y vivir la vida encantado de haberme conocido. Y podría añadir como motivo para querer parecerme a don José María su pelazo y su porte juvenil y su franca sonrisa, pero no quiero frivolizar. Esto es un artículo serio.

* Profesor del IES Galileo Galilei