Aunque la Filmoteca de Andalucía también tiene sedes en Almería, Granada y Sevilla fue en Córdoba donde se inició su andadura y es desde donde se dirige en todo el ámbito autonómico. En una ciudad como la nuestra que lucha día a día por conseguir un renombre real como capital cultural, ajeno al folclorismo de pandereta y al tradicionalismo rancio, actividades vivas y poderosas como las que se llevan a cabo con la poesía en Cosmopoética o el cine en la Filmoteca son las que dan una entidad y una sustancia que un día puedan hacer que nos enfrentemos con garantías, por ejemplo, a ciudades como San Sebastián, referente mundial cinematográfico o jazzístico. Ahora se está planteando cambiar su sede actual en el edificio que ocupa cercano a la Mezquita porque sería una forma de ampliar el espacio disponible para la remodelación del Palacio de Congresos. No entro en la cuestión de fondo ya que sería prolijo y largo analizar el despilfarro de dinero público de los cordobeses en el que han incurrido sucesivas corporaciones de todos los colores políticos, más cerca de la simple incompetencia que de la dolosa prevaricación.

Pero leo en el Diario CORDOBA que Vicente Serrano, presidente de la Federación de Organizadores de Congresos, se preguntaba sarcástico: "¿Quién ha ido a ese edificio alguna vez?" en su intento de justificar la anexión del edificio de la Filmoteca al Palacio de Congresos. Quiero creer que ha sido un malentendido porque nadie en su sano juicio, y más en un puesto de dicha responsabilidad, haría tal autoinculpación de enciclopédica ignorancia, de ser un paleto en estado puro.

He tenido la suerte, como muchos miles de cordobeses, de disfrutar en los últimos años de las sesiones cinematográficas de la Filmoteca. ¿En qué otro lugar habría sido posible la proyección de las siete horas de la obra maestra de Béla Tarr Sátántangó ? Hemos tenido la oportunidad de escuchar a maestros como Luis García Berlanga, Fernando Arrabal o, más recientemente, Leopoldo María Panero presentando El desencanto de Jaime Chávarri de la que él mismo fue protagonista. He sentido la responsabilidad de hacer que mis alumnos la conozcan, llevándolos para analizar obras en blanco y negro como El verdugo que si no jamás hubiesen visto (y "españolizarlos" de paso un poco, que no todo va a ser Jersey Shore y McDonald's). Me consta que algunos han vuelto por propia iniciativa. He tenido también el honor de participar como ponente o como miembro del público en alguna de las tertulias cinematográficas que allí se han celebrado y de conocer de primera mano el trabajo profesional y apasionado de sus dos últimos directores, José Enrique Monasterio (que está terminando una tesis doctoral sobre esa Filmoteca que el señor Navarro cree que nadie ha pisado nunca) y en la actualidad Pablo García Casado, al que su amor por el cine sólo se ve superado por el conocimiento que tiene del mismo. En definitiva, la Filmoteca de Andalucía, sea en su sede actual o en la que quieran buscarle a mayor gloria del turismo congresual, es uno de los puntales de la alta cultura cordobesa. Quizá a raíz de esta polémica incluso algunos políticos que sólo se han pasado por allí para hacerse las fotos mediáticas de rigor se queden a ver alguna película. No necesariamente de las de siete horas.

* Profesor de Filosofía