La muerte de Arturo Fernandez ayer, a los 90 años, nos trae de golpe la vida de un actor formidable, que participó en 70 películas, además de teatro y televisión, y que en la última parte de su carrera quedó encasillado en la comedia, con el papel del seductor maduro, exquisito y cómico que tanto gustaba a su público. De su fuerza es un claro ejemplo que hasta el pasado mes de abril se mantuvo en los escenarios con Alta seducción. Ahora que él se marcha, no quedará nadie en el mundo capaz de decir chatín y chatina a la gente sin que nadie se lo tome a mal. Su elegancia, su sentido del humor y su simpatía hicieron de él un personaje único. ¿Quién dirá ahora chatina a la vecina cuando le ceda el paso? La expresión ha perdido a su creador.