Dice Alexis Carrel: son signos de la superioridad del hombre la resistencia al trabajo, a la enfermedad y a las penas, la capacidad para el esfuerzo y el equilibrio nervioso. La fe, fortaleza, coraje, ganas de vivir, sin duda, son signos de esta mujer superior: Carmen Aumente, a la que conocí casi niña, cuando en los años setenta visitaba con frecuencia al que llegó a ser un gran amigo, su padre, José Aumente, excelente psiquiatra, gran amigo y súper honrado político. Pasados algunos años, Carmen, periodista y a cargo de un nuevo proyecto de nuestro Diario CÓRDOBA, el entonces llamado Cordobilla, comenzaba su andadura en un generoso suplemento en el que, a petición de Carmen, comencé mis colaboraciones en Educación. Han pasado años, muchos, y en ellos Carmen ha tenido que soportar muy malos tragos que le ha ido deparando la vida. No obstante ha mantenido su gesto cercano, amigable, su empeño, que alabo al máximo, en seguir adelante con un tema tan actual siempre y conflictivo como lo es la Educación. Pero hoy Carmen sufre una nueva pérdida, aquella por la que muchos hemos pasado y conocemos: el dolor hondo e insustituible que produce la pérdida de una madre, del ser que nos dio la vida y nos amó más que nadie en este mundo.

Querida Carmen, este día tan triste para ti, el silencio de esta hora lleva en sí, y lo llevará para siempre, la voz de esa buena madre, al igual que el nido sigue arrullando la música de los pájaros dormidos. Ánimo, querida Carmen. Ella se fue pero su perfume persistirá en ti y en todos los que la conocieron y amaron.

* Maestra y escritora