En estos días no paramos de escuchar a determinados políticos de partidos constitucionalistas, como les gusta autoproclamarse, denominar, etiquetar a otros políticos y ciudadanos de fascistas, término que a los que tanto se les llena la boca señalando a otros, creo que no saben lo que están diciendo, y porque... ¿Qué es el fascismo?

El uso de la violencia para reprimir a la oposición política y el uso de una economía dirigida estatalmente que, a su vez, favorece a grandes empresas debido a su corporativismo.

Síntomas de que el fascismo gana terreno en la política estatal y de la regional son: Utilización del miedo a lo diferente, estigmatizado minorías que no encajan exactamente en el arquetipo de «ciudadano medio». Oposición sistemática a la más mínima crítica, sin tener que dar explicaciones ni rendir cuentas a nadie. Control, represión y discriminación referente entre hombres y mujeres. Miedo a la diferencia, sí o sí, estar en contra de los intrusos. Racistas por definición. Llamamiento a las clases medias frustradas, encontrando el fascismo su público en esta nueva mayoría. Nacionalismo y xenofobia, obsesión por el complot. Envidia y miedo al considerado «enemigo». Elitismo, despreciando a los que no son como ellos. Populismo cualitativo, oposición a los «podridos gobiernos parlamentarios». Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa la voz del pueblo «concretamente del suyo», podemos asegurar olor a fascismo.

Según éstos y más síntomas, que me expliquen si los partidos nacionalistas catalanes, socios del socialismo, son o no son más fascistas que a los que ellos etiquetan.