Desde la terraza del bar El Águila, mientras se nos va echando encima la noche, es verdad que, de repente, se ve la calle Cruz Conde bastante oscura, tristona más bien, pero no es que vayamos a tropezar con aquel banco, lo vemos con nitidez. La llamamos Cruz Conde para entendernos y hacernos entender, cuando le pongan el letrero nuevo ya intentaremos acostumbrarnos a su nombre de Foro Romano. Pues dicen los vecinos que vaya parche les han dejado. Se quejan de la oscuridad, y, desde luego, no podemos decir que esto sea una feria. Es deprimente la falta de vida que tiene, a determinadas horas, la calle más señorial de la ciudad. Como queremos asegurarnos y adoptar un criterio, dado que hoy día es obligatorio tener una opinión sobre todos los asuntos, buscamos una noche entre semana y a las 23.30 recorremos la calle desde Las Tendillas hasta Ronda de los Tejares. Vale, no está refulgente, y somos contados los transeúntes, pero se ve relativamente bien, y no se pasa miedo. Los árboles tapan las luminarias, que no son demasiado potentes, y los escaparates que están iluminados suplen el resto. Muchos locales están desocupados, luego nada de luces. Además, algún comercio, quizá deseando dar más contundencia a la queja, está apagado, y claro, ese tramo queda más oscuro. Aun así, los precios de los artículos se distinguen, y pienso que nadie está obligado a encender su escaparate de noche, faltaría más, como tampoco tiene el Ayuntamiento que poner una luz que lo ilumine. O sea, que la prospección realizada me lleva a pensar que lo de las luces no era para tanto. Quizá para un poquito, pero no para tanto. Pero todo esto ya no importa, porque hay una comisión técnica de comercio de cercanía y el Ayuntamiento, respondiendo a las protestas cívicas y empresariales, destinará 100.000 euros a la mejora lumínica de Cruz Conde-Foro Romano. Estupendamente, porque en cuanto haya más luz nocturna esta vía volverá a la vida, bajarán los precios de los locales y todo se reactivará. Será un sueño hecho realidad. En fin, que en esta ciudad, o más bien en este tiempo de pugna política, todo se eleva, agotadoramente, a categoría.