Los humanos nacimos para la guerra, está claro, porque desde que tengo uso de razón y mucho antes según los libros de Historia, ya en tiempos inmemoriales siempre se ha hablado de Paz, pero lo que se ha hecho ha sido la Guerra. Incluso como alguien dijo, el colmo es hacer la guerra en nombre de la paz, a lo que algunos países nos tienen tan acostumbrados.

Desgraciadamente en nuestra vida diaria también parece que elegimos mucho más la guerra que la paz. Preferimos que sea un Juzgado quien nos dicte cómo ver a nuestros hijos antes que firmar la paz con el otro progenitor y preferimos que sea un juez quien requiera, desahucie, despida y hasta condene al otro. Y esto, señor ministro, por más intentos que hagamos con la mediación no va a cambiar, porque en la condición humana está inserta la semilla de la contienda. Por eso cuando así ocurre la primera regla será contar con un buen ejército de pruebas y con el mejor general que nos conduzca al mayor éxito posible, sabiendo muy a ciencia cierta que cada guerra es una destrucción del espíritu humano, como dijo Henry Miller, como para, además, perder en el intento.

No puedo en mi condición de abogada sustraerme a todo esto y echo de menos que se valore más y mejor el ejercicio de esta noble profesión de abogado porque además creo en lo que hago y en la mejor defensa para quien pone su vida o su patrimonio en nuestras manos.

Dicho lo anterior, también creo que hay muchas controversias que no deben ni debieran terminar en el juzgado, por no citar otras que ni siquiera tienen un cauce legal para ello, máxime si solo «conquista aquel que resiste» (Persio), habiendo muchas conquistas que no merecen ninguna espera. Disputas familiares, desencuentros con amigos, o vecinos, o hasta hermanos, controversias en las que hay menores utilizados, peleas de adolescentes...

Tendamos puentes, hagamos más mediacion para asuntos que no merecen la espera, ni el esfuerzo, porque tan importante es saber romper los puentes cuando debes hacerlo, como aprender a reconstruirlos... O simplemente cruzarlos. Que ya me lo dijo alguien hace mucho al oído y tantas veces lo repito, tomando los bellos versos de Pedro Salinas:

«¿Qué habría sido de nosotros, di/ si no existieran puentes?/ Pero hay puentes, hay puentes / ¿Los recuerdas?».

* Abogada