Ha dicho el señor Nieto, portavoz del PP en el Parlamento que hay un número importante de denuncias falsas por violencia de género y que la culpa no es de las mujeres --«casi nunca»-- sino de «algunos abogados» a los que tacha de «pseudo abogados» que ponen denuncias falsas para «ganar» asuntos. Así, sin anestesia. El Sr. Nieto condena a los abogados sin juicio --ni justo, ni injusto-- como delincuentes y exculpa a las «mujeres» en general y a los Colegios de Abogados en particular porque, !eso sí! parece que estos tienen «localizados» a sus colegiados delincuentes. La gravedad de tales afirmaciones me deja estupefacta y más aún que a renglón seguido no hayan salido en defensa del honor mancillado de la abogacía de a pie, de los hombres y mujeres que la ejercen, que se ponen con dignidad y profesionalidad la toga cada mañana y que defienden los intereses de mujeres y hombres, o viceversa, quienes debieran «ser y estar» para la defensa del colectivo profesional. Digo yo que se impone que alguien pida más información, que sea exigida la certeza de la imputación y que, de no hacerlo, se solicite como mínimo una rectificación. El silencio causa perplejidad ante unas afirmaciones tan escandalosas de quien ha tenido altas responsabilidades políticas. Ha hablado sin datos objetivos, elevando a la categoría de dogma de fe una manifestación que, ser cierta, sería aterradora, exculpando a las «mujeres», pues lo contrario lo hundiría con los colectivos femeninos, y a los colegios profesionales para terminar condenando a los «pseudo abogados» que sabe no van a protestar porque, entre otras razones, si lo hicieran sería como delatarse como los delincuentes citados.

La política no puede consistir en esto, en hacer falaces afirmaciones, sin datos ni estadísticas y sin señalar con nombres y apellidos a quienes delinquen con la supuesta connivencia de los colegios, pues si estos saben qué colegiados actúan así... ¿Cómo solo los señalan con el dedo, en vez de expulsarlos al instante? La violencia de género es una lacra, un problema de Estado, como en su día lo fueron los asesinatos de ETA, por cierto menos numerosos que los de las mujeres que hoy mueren a manos de hombres, y para cuyo combate se adoptaron medidas políticas concretas, se crearon tribunales, se legisló de manera específica, sin que nadie pusiera el más mínimo inconveniente. No quiero políticos demagogos, sino valientes que señalen con nombres y apellidos a quienes en vez de luchar contra la violencia de género la utilicen falsamente y no estoy dispuesta a aguantar acusaciones maniqueas que destrozan el honor de quienes son y han sido los primeros en estar al lado de las víctimas.

* Abogada