Tras veinte años de estudio e investigación sobre la continuidad de las empresas familiares cordobesas he constatado que uno de los factores que más ayuda a esa perdurabilidad es la congruencia de valores entre quien cede el poder y el sucesor o sucesora que lo tiene que asumir.

El concepto de valor es en este contexto la brújula moral que guía las decisiones de una persona y las interacciones con otras personas que son familiares. Cuando hablo de congruencia de valores me refiero a un estado de similitud entre las creencias del sucesor y la del fundador o superior que está en trance de jubilación.

Tras este periodo largo de tiempo, 1999/2019, al estudiar unas treinta empresas cordobesas en fase de fundador, he tenido la oportunidad de evaluar la importancia que para la permanencia del negocio tiene la congruencia o incongruencia de valores entre fundadores y sucesores, de modo que la prosperidad familiar depende de la relación de esta díada, aunque no solo de ella.

Los sucesores

Recae sobre los sucesores el éxito de la empresa, la prosperidad de la familia y la responsabilidad de mantener el honor familiar. La congruencia en la escala de valores fortalece el intercambio social positivo entre los dos miembros de esa díada porque facilita el mutuo entendimiento de los objetivos vitales y las preferencias personales en relación al negocio. Por otro lado, la incongruencia genera dificultades, levanta barreras en el proceso de intercambio social entre fundador y sucesor, dispara fricciones y crea conflictos de comunicación. Tal incongruencia de valores respecto de la prosperidad familiar tiene diversos efectos negativos sobre la voluntad de la siguiente generación para asumir la responsabilidad de dirigir la empresa. La incongruencia de valores entre fundador y sucesor los distancia psicológicamente aunque no afectivamente.

No se debe olvidar que la voluntad de asumir la responsabilidad de dirigir la empresa de la familia es el resultado de la calidad de la relación entre los miembros de las dos generaciones. Existe una relación entre congruencia de valores y deseo de asumir la responsabilidad de la sucesión.

El proceso del relevo generacional en el negocio de la familia es un proceso familiar pero fundamentalmente de dos personas, fundador y candidatos a la sucesión, lo que presupone mutuo intercambio de recursos emocionales y no solo materiales.

Durante estos dos decenios he encontrado cuatro tipos de relaciones entre fundador y sucesor en relación a la prosperidad del negocio familiar.

Cuando las dos partes experimentan y coinciden en cómo avanzar para mantener y mejorar la prosperidad de la empresa ambas generaciones se impulsan mutuamente en sus relaciones socio emocionales. Pero cuando los fundadores quieren dominar este tipo de intercambio la incongruencia sobre la prosperidad del negocio se pone de manifiesto y el fundador suele imponer responsabilidades y definir roles, lo que no satisface las expectativas de los más jóvenes.

También he sido testigo de sucesores que desean asumir la carga de la empresa pero su concepto de prosperidad empresarial no encaja con las expectativas de la generación que tiene que entregar la gestión. Incluso se dan situaciones curiosas en las que ninguna de las dos partes tienen clara idea de cuál debe ser el camino hacia la prosperidad empresarial y su congruencia se concreta en dejar pasar el tiempo y esperar.

Puedo afirmar que la calidad de la relación social familiar es tanto mayor en tanto en cuanto sea más nítida la idea de prosperidad en el sucesor que en el fundador y no al contrario. Obviamente la relación entre esas dos partes se profundiza si ambos son congruentes en el modo de concebir la prosperidad empresarial.

La dificultad reside en lograr la congruencia sobre el futuro de la empresa entre fundador y sucesor. Si no se alcanza, se producirá empobrecimiento, tensiones, distancias psicológicas insuperables y venta del negocio.

* Catedrático emérito de la UCO