La reciente biografía ilustrada Antonio Jaén Morente Hijo Predilecto de Córdoba, firmada por el profesor Manuel Toribio García y las nietas del ilustre paisano Ángela, Cristina y Magdalena Gorrell Jaén, publicada por Utopía con la colaboración del Ayuntamiento, es un libro fundamental para conocer de cerca la polifacética personalidad de un político e intelectual cordobés que en otro tiempo fue condenado al silencio, al desprecio e incluso al escarnio. La reivindicación de su memoria se inició en el ya lejano 1949, cuando un Ayuntamiento presidido por Alfonso Cruz Conde levantó la ignominiosa declaración de «hijo maldito» con que le había insultado en 1936 una anterior corporación revanchista. Siguió con el rescate de su Historia de Córdoba en 1971 por la Librería Luque --obra que este periódico reeditó en fascículos en 2003-- y se solemnizó el 23 de marzo de 1980 cuando en el Salón de los Mosaicos del Alcázar el alcalde Julio Anguita entregó a Magdalena Jaén el nombramiento de Hijo Predilecto de Córdoba a título póstumo a favor de su padre, que había fallecido en el doloroso exilio de San José de Costa Rica el 8 de junio de 1964.

No es mi propósito trazar aquí la reseña biográfica de un personaje cuya vida y obra han investigado y divulgado competentes historiadores y estudiosos. Solo me voy a fijar en su preocupación por «el problema artístico de Córdoba», como tituló la conferencia que pronunció en el Círculo Mercantil el 10 de diciembre de 1921, rememorada en uno de los capítulos del libro, enriquecido con numerosas fotos y testimonios inéditos. En aquella conferencia don Antonio Jaén, tras referirse al vandalismo depredador que sufrió Córdoba en el siglo XIX, formuló una docena de propuestas, buena parte de las cuales se han ido materializando a lo largo de los 95 años transcurridos desde entonces, y me ha parecido oportuno repasarlas.

Entre las propuestas cumplidas figuran la publicación de un estudio-guía de la Catedral, monumento objeto de numerosos estudios entre los que cabe destacar el volumen La Catedral de Córdoba, del canónigo Manuel Nieto Cumplido; la rehabilitación del Alcázar, cárcel por entonces, llevada a cabo en los años cincuenta por el alcalde Antonio Cruz Conde; la recuperación de la Sinagoga, restaurada por Félix Hernández en 1928, y la atención a iglesias como Santiago, San Nicolás o San Lorenzo, cumplida en los últimos tiempos; reconciliar a la ciudad con el río, aspiración que ha registrado notables avances a lo largo de las últimas décadas con el desarrollo del llamado Plan del Río, aunque haya aún aspectos pendientes; acabar con la indiferencia que existía hacia Medina Azahara, joya califal mimada en los últimos años hasta el punto de aspirar a su declaración como Patrimonio de la Humanidad; un plan de jardines para la ciudad, atendido sin duda con la creación de los de Parque Cruz Conde --aunque dolorosa y constantemente mutilado--, Vallellano, Poniente, Juan Carlos I, Jardín de los Poetas, el llamado Plan Renfe, Miraflores y otras actuaciones en barrios periféricos; y erigir esculturas de cordobeses ilustres en espacios púbicos, propuesta cumplida a lo largo del siglo XX con los monumentos al Gran Capitán, el Duque de Rivas, Julio Romero de Torres, Séneca, Luis de Góngora, Maimónides, Ibn Hazm, Averroes, toreros y otros, que pueblan muchos rincones del casco urbano.

Entre las asignaturas pendientes, casi un siglo después de las propuestas formuladas por Jaén Morente, figura la creación de un Museo Municipal, el anhelado Museo de la Ciudad, para estudio y comprensión del «viejo espíritu de Córdoba». Imposible ya de cumplir resulta la conservación de la Huerta del Rey (la zona Doctor Fleming de hoy), que se urbanizó en los años cincuenta como parte de la transformación urbana propiciada por la construcción del nuevo puente de San Rafael, que permitió abrir una moderna entrada a Córdoba.

Otra de las propuestas formuladas por Jaén Morente en su conferencia del Mercantil fue, finalmente, la conservación y creación de un «estilo arquitectónico cordobés» fundamentado en las tres ciudades superpuestas, romana, árabe y cristiana, concepto escurridizo y quizás inabarcable en tan genérico planteamiento; la noble intención de don Antonio quizás fuese evitar pastiches y tentaciones folkloristas en el casco histórico, que las diversas normativas han intentado defender y preservar, aunque no siempre con resultados plenamente satisfactorios.

* Periodista