La comparecencia de Rajoy en calidad de testigo ante la Audiencia Nacional que juzga el caso Gürtel era innecesaria. ¿Quién puede dudar que, siendo director de la campaña electoral de su partido, desconociera el estado de las cuentas que la hacía posible? Son las cuentas, pues, lo que hay que mirar y demostrar que el PP se nutrió de una financiación irregular que le daría una ventaja fraudulenta en las elecciones. Pero Rajoy no era contable y no hay por qué pedirle cuentas. Rajoy declaró que se dedicaba a la política, a obtener votos y ganar las elecciones, y no es culpa suya si es más fácil ganar si un partido se financia irregularmente. No sé si la gente creerá a Rajoy o no, pero el asunto es muy grave porque, de no corregirse esta perversidad, puede que se acabe la fe de la gente en el sistema democrático.

Pero la pregunta es: ¿cómo puede un político no caer en la corrupción dentro de un partido en un sistema plutócrata? El poder corrompe, se dice. Aquí hay ya unos cientos de políticos encausados o encarcelados por corrupción al día de hoy, sin que se pueda distinguir lo que va al bolsillo de los representantes políticos o a las arcas de partido político en cuestión. Y lo que yo digo es: ¿no va a buscar dinero un partido cuando los escaños donde se sientan sus reales señorías dependen de votos que dependen mucho más del dinero disponible para la campaña electoral que de las ideas ofrecidas en el mercado político? Luego, todos dependen de los bancos y grandes tinglados empresariales que ya sabemos de quienes dependen. Muy chungo el panorama.

Por eso el PSOE y Podemos se aprestan a hacer comparecer a Rajoy en el Congreso por sus implicaciones políticas. Quieren echarlo de Moncloa para regenerar la política. Podemos lo intentó recientemente en una moción de censura y lo dejaron solo. Ahora que el PSOE ha virado y Rajoy está en minoría no sé a dónde se podrá llegar. Es duro desalojar a este hombre que no es contable, pero siempre se agarra a los números de una aritmética parlamentaria que le mantiene en el poder.

Pero permítanme una ironía. Quizás haya otra salida más pragmática. Cuando la instrucción del caso Gürtel estaba en sus inicios, en una cumbre de Bruselas Rajoy se mostró preocupado por la corrupción y aseguró que todas las ideas serían bienvenidas. Aunque ya ha llovido fuego, aquí va ahora la mía: que se imite a EEUU, donde la Corte Suprema ya en 2010 consideró a las corporaciones entidades jurídicas protegidas por la Primera Enmienda, que garantiza la liberta de expresión, y sentenció que el Gobierno no tiene el derecho de limitar las contribuciones de las empresas a las campañas electorales de los partidos políticos. Ya está. De un plumazo los norteamericanos se han ahorrado a los vigilantes.

Bien es verdad que la sentencia golpea el corazón de la democracia y hará que la clase empresarial, con su enorme poder económico, controle aún más el sistema político. Pero yo, personalmente, prefiero dejar que el poder sea tomado por aquellos que efectivamente lo detentan que los pataleos bien intencionados de nuestros políticos de izquierdas bajo la carpa de este circo.

* Comentarista político